Todo proceso de comunicación es constructivo.
Cuando comunicamos, construimos imágenes en la mente de nuestro interlocutor, pues este recrea formas y sentidos en su interior que le ayudan a entender la información que recibe.
Comunicación e imaginación están, por lo tanto, estrechamente vinculadas.
No podemos comunicar sin imaginar, ni imaginar sin comunicar, pues el mismo proceso de pensamiento se construye a partir del lenguaje.
No podemos pensar si no es a través de las palabras que le dan fisonomía a las ideas en nuestra mente.
Esta condición nos reafirma como seres de lenguaje y comunicación.
Nuestra esencia racional parte de nuestra capacidad de comunicarnos, pensar y verbalizar.
Por ende, cuando nos comunicamos, ejercemos varios procesos de construcción distintos.
El primero es una construcción interior.
En nuestra mente se les da forma a las ideas, y estas son expresiones lingüísticas no verbalizadas.
En segundo lugar, al emitir esas ideas a un tercero, es decir, al transmitir la información, esta llega al receptor del mensaje, generando nuevas imágenes mentales en él.
El receptor redefine o reconstruye esas imágenes para generar la retroalimentación.
Cada vez que recibimos o emitimos una idea, esta es producto de un proceso de construcción o reconstrucción lingüística en nuestro ser.
No existe pensamiento sin lenguaje, y este, en esencia, es la construcción de las ideas.
Al entender este proceso comunicacional, podemos —más allá de definir la comunicación— esquematizar y reorientar nuestra finalidad comunicativa, pues reconoceríamos en cada proceso comunicacional una dinámica de construcción de realidades.
Además de lo expuesto, debemos asimilar que las ideas construidas en nosotros se transforman irremediablemente en verdades interiores.
Estas verdades pueden durar solo unos instantes o, por el contrario, consolidarse en nosotros, constituyéndose en principios o valores.
Esto último nos permite conceptualizar las creencias, dogmas o valores morales como resultados de los procesos de comunicación interior y exterior.
Cuando se comparten ideas similares, estas generan una percepción de comprensión colectiva o aceptada, reforzando en nosotros su veracidad y/o necesidad.
Los binomios lenguaje-pensamiento y comunicación-imaginación son las herramientas de la construcción de las realidades, y estas pueden ser tangibles o intangibles.
Es decir, una realidad tangible es aquello que definimos materialmente.
Por ejemplo, una mesa es una tabla rectangular de madera con cuatro patas. A ese objeto lo definimos con palabras, construyendo una realidad tangible.
Ahora, cuando definimos un sentimiento, ya sea amor, odio o miedo, dándole nombre y atribuyéndole sensaciones o repercusiones en nosotros, entonces conceptualizamos una realidad no tangible.
Por lo cual, no existen realidades sin definición.
Y la definición en sí misma es producto de nuestra capacidad de pensamiento, el cual se materializa a través del lenguaje.
Entonces, la realidad, en esencia, se consolida como tal al comunicarla, es decir, al construirla mentalmente y expresarla, ya sea interior o exteriormente.
¡Comunícate y hazlo bien!
Licenciado en Comunicacion Social por la Universidad Santa María (Venezuela), con especialización en Gobierno Abierto por la Organización de Estados Americanos (OEA). Fue responsable de prensa del candidato a la presidencia de Venezuela Manuel Rosales, ha sido asesor de campaña de varios candidatos, además de fungir como director de comunicación en alcaldías y gubernaturas. Así mismo fue asesor de la Asamblea Nacional de Venezuela en materia de Comunicación.