Estados Unidos, nación de migrantes: una historia de transformación en 50 años

Eje Global

Desde su fundación, Estados Unidos ha sido la “nación de inmigrantes”. Sin embargo, durante gran parte del siglo XX, especialmente entre 1920 y 1965, el flujo migratorio estuvo fuertemente restringido por políticas selectivas basadas en criterios raciales y geográficos. Fue a partir de la Ley de Inmigración y Nacionalidad de 1965 cuando se marcó un verdadero punto de inflexión. Este cambio legal permitió una inmigración más diversa y significativa, dando inicio a una transformación demográfica que aún moldea el presente, convirtiéndose en una sociedad pluricultural.

En los últimos 50 años, el país ha pasado de tener una población inmigrante modesta y mayoritariamente europea, a albergar a decenas de millones de personas provenientes de América Latina, Asia, África y Medio Oriente. Además, millones de nacimientos en suelo estadounidense han extendido la ciudadanía a hijos de migrantes, haciendo de la segunda generación una parte esencial del tejido nacional. En este artículo analizo, con base en datos oficiales y estudios recientes, cómo ha evolucionado la inmigración, cuál ha sido su impacto social y demográfico, y qué tensiones y retos emergen en este nuevo escenario de Estados Unidos como una sociedad multicultural y plural.

Clímax demográfico y cultural

1. Crecimiento de la inmigración (1970–2023)

En 1970, los inmigrantes representaban apenas el 4.7 % de la población total de Estados Unidos, lo que equivalía a unos 9.6 millones de personas. Para 1980, la cifra había ascendido a 14.1 millones (6.2 %), y en 1990 a 19.8 millones (7.9 %). Esta tendencia continuó de forma sostenida: en 2000 ya había 31.1 millones de inmigrantes (11.1 %), en 2010 eran 40 millones (12.9 %) y para 2023 alcanzaban los 47.8 millones (14.3 %), según datos del U.S. Census Bureau y Pew Research Center. En términos absolutos y relativos, este crecimiento ha sido uno de los más pronunciados en la historia reciente de los países desarrollados.

Los orígenes de los inmigrantes también se diversificaron radicalmente. Mientras que en los años cincuenta la mayoría provenía de Europa, para 2022 el panorama fue diferente: el 23 % venía de México, el 6 % de India, el 5 % de China y el 4 % de Filipinas. Esta nueva diversidad ha transformado barrios, idiomas, religiones y dinámicas sociales en todo el país, especialmente en estados como California, Texas, Nueva York y Florida.

2. Nacimiento de hijos de inmigrantes y ciudadanía automática

Uno de los efectos más relevantes de este flujo migratorio ha sido el aumento de los nacimientos de hijos de inmigrantes. Entre 2000 y 2023, entre el 21 % y el 25 % de todos los nacimientos en Estados Unidos fueron de madres nacidas en el extranjero. En cifras absolutas, esto significa entre 850,000 y 1 millón de nacimientos al año en promedio. La gran mayoría de estos hijos nacieron en suelo estadounidense, lo que automáticamente les otorga la ciudadanía gracias a la 14ª Enmienda de la Constitución.

El caso United States v. Wong Kim Ark (1898) reafirmó este derecho, estableciendo que todo niño nacido en EE. UU., independientemente del estatus migratorio de sus padres, es ciudadano. Este principio ha sido un pilar del sistema legal estadounidense y ha permitido la integración social y cívica de millones de personas. No obstante, ha sido blanco de propuestas de reforma por parte de algunos sectores políticos que buscan limitar la ciudadanía por nacimiento, especialmente para hijos de inmigrantes no autorizados.

3. La segunda generación y su peso demográfico

El impacto migratorio no se limita a los extranjeros que llegan al país, sino que se extiende a sus descendientes. En 2022, más de 17.6 millones de menores de 18 años vivían con al menos un padre inmigrante, y de estos, 15.4 millones habían nacido en EE. UU. Es decir, casi uno de cada cuatro niños estadounidenses es hijo de inmigrantes. Sumando adultos nacidos de padres migrantes, se estima que en 2025 alrededor de 90.8 millones de personas —el 27 % de la población— estarán directamente conectadas con la inmigración reciente.

Esta segunda generación representa una fuerza dinámica en la economía, la educación y la política. Muchos han accedido a niveles educativos superiores que sus padres no pudieron alcanzar. También han comenzado a participar activamente en las elecciones, en sindicatos, en movimientos sociales y en cargos públicos. Así, se configura un relevo generacional y cultural en el que Estados Unidos ya no se define por una sola identidad étnica o lingüística, sino por su pluralismo estructural.

4. Desafíos legales, políticos y sociales

Aunque el impacto positivo de la inmigración en el crecimiento económico y demográfico es ampliamente reconocido por expertos, la inmigración también ha sido fuente de tensiones sociales. Temas como el control fronterizo, la ciudadanía automática, la protección a los refugiados o el acceso a servicios públicos han polarizado el debate nacional.

En años recientes, propuestas para limitar la ciudadanía por nacimiento, así como redadas y deportaciones, han provocado miedo e incertidumbre en comunidades migrantes. A pesar de ello, ciudades como Dayton (Ohio), Buffalo (Nueva York) o Fargo (Dakota del Norte) han recibido con entusiasmo a refugiados y nuevos migrantes como motores de revitalización económica, demográfica y cultural.

Nación en transformación

En los últimos 50 años, Estados Unidos ha vivido una transformación demográfica sin precedentes. De una nación de migración predominantemente europea y controlada, se ha convertido en una sociedad caracterizada por la diversidad étnica, cultural y lingüística. La población inmigrante ha crecido de 9 millones a casi 50 millones, y con ella han nacido más de 20 millones de ciudadanos estadounidenses en suelo nacional, hijos de padres extranjeros. Este fenómeno ha permitido sostener el crecimiento poblacional, rejuvenecer la pirámide demográfica y nutrir a la economía con fuerza laboral joven y diversa.

Sin embargo, también ha planteado desafíos institucionales, legales y culturales que aún no han sido resueltos. La pregunta de fondo ya no es si Estados Unidos puede absorber más inmigrantes, sino cómo construirá una identidad nacional inclusiva en un siglo donde la diversidad será la norma. Las cifras revelan que la inmigración no es una excepción ni un episodio, sino un componente estructural de la sociedad estadounidense. Y como tal, exige políticas que reconozcan su papel histórico, protejan derechos humanos y promuevan una integración real que beneficie a todos, fuera de caprichos políticos.

Juan Antonio Tinoco G.
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Juan Antonio Tinoco es experto en Políticas Públicas, Licenciado en Relaciones Internacionales y Maestro en Gestión Pública Aplicada por el Instituto de Estudios Superiores de Monterrey. Columnista, y asesor y analista en campañas electorales. Experto en soft landing.