La imposición de aranceles por parte de Estados Unidos a varios países del continente americano se ha convertido en un tema en tendencia, sin olvidar a China, por supuesto, aunque pertenezca a Asia. Y la lista seguirá creciendo.
Las balanzas comerciales están inclinadas hacia Estados Unidos, y su gobierno lo sabe. Por ello, la estrategia del nuevo presidente, y previamente magnate de los negocios, Donald Trump, ha arrancado su gestión utilizándola como moneda de cambio.
Es claro que el mandatario está decidido a “volver a la grandeza de América”, aunque refiriéndose únicamente a Estados Unidos, a la época en la que el país era la potencia dominante. Trump siempre se ha caracterizado por su agresividad y astucia en las negociaciones, y esta no es la excepción.
El plan ha mostrado su intención de atacar lo que considera el origen de muchos de sus males: la migración ilegal, el abuso de drogas, la pérdida de confianza y competitividad. Su objetivo es recuperar terreno frente a la creciente competencia asiática.
A cada uno de los países que han sido notificados de este incremento arancelario se les ha condicionado la no aplicación de los mismos a cambio de colaborar en la erradicación de los problemas que afectan a Estados Unidos. En otras palabras, se les exige contribuir a la reconstrucción, o más bien a la reestructuración, del país norteamericano.
La semana pasada, la tensión estuvo centrada en el presidente colombiano y su homólogo estadounidense, luego de que se anunciara la posibilidad de imponer aranceles del 25 %, que pronto podrían aumentar al 50 %, a las mercancías importadas de ambos países.
Colombia negó el aterrizaje de un par de aviones con migrantes deportados hacia su territorio, mientras que Estados Unidos respondió con un veto a viajes y la revocación de visas, entre otras medidas. Finalmente, ambos gobiernos anunciaron que habían alcanzado un acuerdo.
Para Colombia, esta disputa representaba un fuerte impacto, ya que casi una tercera parte de sus exportaciones tiene como destino Estados Unidos.
México y Canadá, sus socios más cercanos, tampoco escaparon de las amenazas e imposiciones de aranceles. La crisis y las acusaciones por el tráfico de fentanilo han tensado las relaciones. Incluso Claudia Sheinbaum ha rechazado categóricamente los supuestos vínculos de su gobierno con el narcotráfico, ha invitado al diálogo y ha recalcado a su homólogo estadounidense la oportunidad que tiene su país para atacar la distribución y el consumo en su propio territorio.
Por su parte, Justin Trudeau, mediante acercamientos privados y negociaciones previas, preparó el terreno para una conversación con Washington, la cual requirió temple y paciencia para lograr postergar la imposición de aranceles.
Cada uno de los gobernantes ha logrado, de manera individual, retrasar la imposición de los aranceles a cambio de reforzar la vigilancia en la frontera, establecer diálogos y trabajar en cooperación, respetando las soberanías de cada nación. Aunque abordaron el tema con distintos enfoques, han llegado a acuerdos similares. Ambos gobiernos consideraron imponer aranceles en respuesta, pero por el momento, esta medida no ha sido desestimada, sino solo pausada.
Ningún país ha cedido sin dar batalla, pero todos saben que una enemistad en bloques de alianzas comerciales no es conveniente. Sumado a ello, los consumidores en todos los países están preocupados por el incremento de precios en bienes importados, mientras que los exportadores temen una posible caída en la demanda de sus productos. Era imprescindible alcanzar un acuerdo.
Por otro lado, los aranceles impuestos a China evidencian una estrategia para mover todas las piezas del tablero con sus principales proveedores. Se están modificando las condiciones de competitividad para que la guerra comercial se libre entre los países afectados y no contra la economía del dólar, lo que beneficia al mercado meta por el que todos compiten. Es, en esencia, una aplicación del principio “divide y vencerás”.
China, también acusado de estar vinculado con la crisis del fentanilo, no ha cedido y ha respondido a las amenazas e imposiciones con aranceles del 10 % al petróleo y del 15 % al carbón, gas y vehículos agrícolas, entre otros productos. Además, considera que Estados Unidos viola las normas de la Organización Mundial del Comercio, actuando de manera unilateral, y no descarta presentar una queja formal ante el organismo.
Pero la disputa no termina ahí. China también ha tomado medidas contra empresas estadounidenses, anunciando investigaciones por sospechas de prácticas monopólicas contra Google. Es importante mencionar que la relación entre China y Google ha sido históricamente conflictiva. Además, se ha iniciado otra investigación contra NVIDIA, líder en inteligencia artificial generativa, la cual ha estado en el ojo del huracán en varios países por sospechas de actividades monopolísticas.
Esto apenas comienza. El mapa comercial y de poder seguirá moviéndose, creando nuevas alianzas. Los países bajo presión deberán valorar la relocalización del destino de sus exportaciones. Para México, esta situación evidencia la fragilidad de apostar al nearshoring en un juego donde su única ficha disponible es la del peón. Es fundamental propiciar las condiciones necesarias para ocupar una mejor posición, apostando a la industrialización y estableciendo estructuras legales adecuadas.
Lic en Negocios Internacionales por la Universidad de Guadalajara, Especialista en Legislación aduanera, compras, logística y negociación en mercados asiáticos y interprete de Mandarín, Fundadora y CEO de grupo GCB integrado por Agencia Aduanal, Transporte, Consultoría al Comercio Internacional.