La macroeconomía y la prosperidad entre las naciones: desafíos globales y caminos hacia el desarrollo sostenible

Eje Global

La macroeconomía desempeña un papel central en la comprensión de los factores que determinan el crecimiento y la prosperidad entre las naciones del mundo. La política económica, la estabilidad institucional, la innovación tecnológica y la integración internacional influyen directamente en el bienestar social y en el desarrollo económico de los países. Cuando una nación es capaz de aplicar tales directrices de manera eficiente, logra reducir las desigualdades y mitigar las asimetrías entre los países desarrollados y los emergentes.

Los países que han alcanzado altos niveles de prosperidad, como las naciones nórdicas y las de tradición anglosajona, presentan una combinación de estabilidad macroeconómica, apertura comercial y políticas públicas eficaces. Por otro lado, en las economías de los países emergentes, especialmente en las latinoamericanas, el desafío consiste en romper los ciclos de dependencia externa, baja productividad e inestabilidad política.

La prosperidad económica está asociada al aumento sostenido del ingreso per cápita, a la estabilidad de precios, al pleno empleo y al uso eficiente de los recursos productivos. Estos objetivos macroeconómicos dependen de políticas coherentes que articulen el crecimiento con la equidad. De este modo, la macroeconomía busca comprender los mecanismos que determinan el desempeño de las economías a escala nacional y global, investigando cómo las políticas monetarias, fiscales y estructurales afectan el crecimiento, el empleo y la distribución del ingreso.

La teoría liberal formulada por Adam Smith sostiene que la búsqueda individual del interés propio puede, de manera no intencionada, generar beneficios colectivos para toda la sociedad. Según el autor, un aumento en la capacidad productiva se sostiene mejor en un entorno en el que las personas sean libres de perseguir sus propios intereses, estimulando la eficiencia, la productividad y la competitividad, factores que, en conjunto, contribuyen al incremento de la riqueza de las naciones. Esta lógica fue expresada por Smith en la célebre metáfora de la “mano invisible”, que orienta el funcionamiento de los mercados.

El matemático y economista inglés Alfred Marshall, considerado uno de los fundadores de la economía moderna, fue responsable de la creación del primer curso universitario de Economía en Inglaterra en 1903. A lo largo de su trayectoria intelectual, se dedicó a comprender el papel de la economía en la vida social. En la introducción de su obra seminal Principios de Economía (1890), Marshall define la economía como la ciencia que examina la acción humana, individual y colectiva, en sus aspectos más estrechamente relacionados con la obtención y el uso de los recursos materiales necesarios para el bienestar. En este sentido, Marshall afirmó:

“La doctrina del bienestar social de la población en general debe formar parte de todas las empresas privadas y de todos los planes políticos.”

El colapso de la Bolsa de Nueva York en 1929 marcó un punto de inflexión en la historia del pensamiento económico, provocando el declive del liberalismo clásico y el surgimiento de una nueva corriente teórica: el keynesianismo. Su principal precursor, John Maynard Keynes, argumentó que un aumento del gasto público podía generar un incremento aún mayor del ingreso nacional, permitiendo mantener el pleno empleo, incluso a costa de déficits presupuestarios temporales. Por lo tanto, la teoría keynesiana defiende que el Estado debe intervenir activamente en la economía para garantizar la estabilidad, el pleno empleo y el crecimiento, especialmente en períodos de crisis.

El gasto público, junto con las políticas fiscales (relacionadas con la tributación y la asignación de recursos) y las políticas monetarias (control de la oferta monetaria y de las tasas de interés), constituye el principal instrumento de intervención del Estado en la economía, determinando en gran medida las dinámicas de crecimiento, estabilidad y distribución del ingreso de una nación. Un Estado eficiente no se caracteriza por su tamaño, sino por su capacidad para generar resultados sostenibles, promoviendo la innovación, la infraestructura y una educación de calidad.

La prosperidad de las naciones exige repensar los paradigmas del crecimiento. La explotación depredadora de los recursos naturales y el desequilibrio ambiental han demostrado que la prosperidad basada únicamente en la acumululación material es insostenible. Surge así la macroeconomía verde como un campo emergente que propone el uso racional de los recursos y la transición hacia una economía baja en carbono. Las tecnologías limpias, las energías renovables y la innovación social se convierten en pilares del nuevo modelo de desarrollo.

Algunos países, especialmente en América Latina, permanecen atrapados en un ciclo de instituciones extractivas y bajo crecimiento económico. La adopción de instituciones inclusivas podría generar beneficios sostenibles y de largo plazo para toda la sociedad; sin embargo, las instituciones extractivas tienden a ofrecer ventajas inmediatas a los grupos que detentan el poder. Mientras la estructura política asegure la permanencia de esas élites en el control, no existirá credibilidad en sus promesas de reformas económicas futuras, perpetuando así el desequilibrio institucional y el rezago en el desarrollo.

Este fenómeno se ilustra claramente en el caso de Venezuela, que pasó de ser un país próspero y rico, con un alto PIB per cápita y abundancia económica durante las décadas de 1960 y 1970, impulsado por el descubrimiento de las mayores reservas de petróleo del mundo, a una nación sumida en la crisis. La excesiva dependencia del petróleo y la mala gestión pública condujeron al país al colapso económico. Bajo un régimen autoritario, Venezuela presenta hoy las tasas de inflación más altas del mundo, un salario mínimo incapaz de cubrir las necesidades básicas y cerca del 90 % de la población en situación de pobreza, de los cuales 68 % vive en pobreza extrema, además de una grave deterioración de las condiciones de vida y una de las mayores crisis migratorias de la historia contemporánea, sin mediar conflicto bélico alguno.

Por lo tanto, la prosperidad entre las naciones resulta de una combinación equilibrada entre crecimiento económico, estabilidad institucional y sostenibilidad ambiental. En este sentido, la macroeconomía proporciona el marco teórico necesario para comprender y orientar este proceso; no obstante, su implementación práctica depende de políticas coherentes, gobiernos responsables, la valorización de la ciencia y una auténtica cooperación internacional.

En el contexto latinoamericano, el desafío consiste en consolidar modelos de desarrollo que valoren la integración regional, reduzcan las desigualdades y fomenten la innovación. La prosperidad, en este sentido, no debe considerarse un privilegio de unos pocos, sino un objetivo colectivo, alcanzable mediante políticas públicas responsables, el uso racional de los recursos y un compromiso ético con las futuras generaciones.

Los ganadores del Premio Nobel de Economía de 2024, Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson, refuerzan las afirmaciones aquí expuestas, al sostener que las naciones fracasan debido a la persistencia de instituciones extractivas controladas por élites que buscan su propio beneficio, en lugar de promover instituciones inclusivas que garanticen la participación de todos.

Asimismo, los ganadores del Premio Nobel de Economía de 2025, Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, demostraron que el progreso tecnológico constituye un prerrequisito esencial para el crecimiento económico sostenible y que este se sostiene a largo plazo mediante la “destrucción creativa”, proceso en el cual la innovación continua genera nuevos productos y procesos que sustituyen tecnologías y modelos de negocio obsoletos.

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Doctorado en Economía por la Universidad de Salamanca (España), maestría en Administración de Negocios por la Universidad de Santa Maria (Brasil) y Licenciado en Administración por la Universidad de Cruz Alta (Brasil). Es profesor de ciencias económicas, finanzas y gestión de negocios en varios institutos de educación superior en Brasil. Es director de la firma Kruel Consultoria LTDA, con amplia experiencia en proyectos financieros y de desarrollo sectorial.