Era de la mediocridad: ¿Estamos cambiando a los expertos por influencers?

Hace unas décadas, los líderes de opinión eran figuras con un peso indiscutible. Economistas, sociólogos, periodistas y expertos guiaban los debates públicos. Sus aportaciones enriquecían nuestra comprensión del mundo en alguna de sus aristas.

Ahora, el panorama ha cambiado por completo gracias a las redes sociales. Estas han convertido a los influencers en las nuevas figuras de referencia, en lugar de los expertos. ¡El mundo al revés!

Los influencers, con su carisma y dominio de las redes, han desplazado a los expertos. Con frecuencia, carecen de la formación y la experiencia, algo que antes era clave para ganar la confianza del público.

Este cambio en la forma de generar influencia plantea un par de preguntas incómodas:

1. ¿Estamos priorizando la popularidad por encima del conocimiento?

2. ¿El número de seguidores supera el impacto real de las ideas de los expertos?

Con esta nueva realidad, es importante entender qué diferencia a un líder de opinión de un influencer y cómo llegamos a este cambio de paradigma.

Líderes de opinión vs. influencers

Para entender este tema, es importante distinguir entre un líder de opinión y un influencer. No son lo mismo, aunque a menudo se confunden.

Un líder de opinión es alguien que posee influencia sobre un grupo determinado. La fuente de esta influencia es el conocimiento, la credibilidad y la fiabilidad. Suelen ser expertos, debidamente educados e informados sobre el tema. Tienen un historial de investigación, logros u otras contribuciones valiosas. Ejemplos incluyen académicos, científicos, empresarios reconocidos y periodistas.

Por otro lado, un influencer es alguien con una gran base de seguidores en línea que conecta en función del contenido que crea. Su influencia proviene del carisma, la autenticidad y la habilidad para interactuar con el público. Aunque algunos influencers son expertos, muchos se centran únicamente en contenido atractivo o de entretenimiento.

Los líderes inspiran a la gente con sus ideas profundas, mientras que los influencers lo hacen a través de la conexión emocional.

Esta distinción es clave para entender el cambio de paradigma que estamos viviendo.

De los expertos a los videos virales

Para entender cómo pasamos de un modelo centrado en expertos a uno dominado por videos virales, es necesario analizar el papel de las redes sociales en nuestra sociedad. Las redes permiten un acceso más rápido a la información, pero priorizan la inmediatez, la simplicidad y el entretenimiento.

En pleno siglo XXI, la atención y el tiempo son recursos escasos; nadie quiere perder ni un segundo. Todo debe ser breve y atractivo. La extensión y densidad del conocimiento ceden paso a la brevedad y la apariencia. Un video de 60 segundos llega a más personas que una conferencia o ponencia.

Este hecho, en apariencia neutral, tiene causas. Las redes no son plataformas meritocráticas; buscan maximizar el tiempo que los usuarios pasan en ellas. Los “likes”, los comentarios y los contenidos compartidos son fundamentales para ello.

Los algoritmos no solo priorizan la velocidad, sino que también influyen en cómo valoramos el contenido, desplazando la profundidad por la superficialidad.

La facilidad para acceder a contenido en redes sociales nos lleva a confundir accesibilidad con fiabilidad. Pero, ¿qué pasa cuando el contenido popular se aleja de la verdad?

El riesgo de la superficialidad

No se trata de satanizar a los influencers. Muchos crean contenido valioso y han acercado temas complejos a una audiencia más amplia. Sin embargo, la popularidad ha reemplazado a la experiencia como criterio para decidir a quién seguir o de quién aprender.

Tomemos como ejemplo el campo de la salud. Durante la pandemia, vimos a influencers pintarse un cubrebocas en lugar de usar uno real, lo que generó indignación y violaciones de las políticas sanitarias. Lo mismo ocurre en las finanzas, donde recomendaciones aparentemente inofensivas pueden poner en riesgo el bienestar de miles.

La “trivialización” de la experiencia es una de las consecuencias más preocupantes de este fenómeno. Si desplazamos a los expertos del debate público, la sociedad empezará a decidir más por percepción que por hechos.

Además, la superficialidad dificulta distinguir entre innovación y ruido. Con el tiempo, esto afectará otras áreas, como la política y la educación. Las ideas más visibles no siempre son las mejores.

Estamos en un momento histórico con “la mayor cantidad de información” y, a la vez, “la mayor desinformación”, impulsada por las noticias falsas o fake news.

El papel de las empresas

Las marcas no son ajenas a esta dinámica. Muchas han optado por colaborar con influencers para promocionar productos, aprovechando su alcance y conexión con las audiencias. Sin embargo, esta estrategia conlleva riesgos.

Si una empresa elige a un influencer solo por su popularidad, puede enfrentar una crisis de reputación, especialmente si este no cumple con la credibilidad o los valores éticos de la marca. Basta recordar campañas que fracasaron debido a influencers polémicos.

Por otra parte, algunas marcas eligen trabajar con expertos en su campo. Aunque este enfoque puede tener un impacto más limitado en el corto plazo, la credibilidad a largo plazo cuenta. Este equilibrio puede mejorar tanto la reputación de la marca como la calidad de la conversación social.

¿Qué podemos hacer como consumidores?

Como usuarios de redes sociales, tenemos el poder de revertir esta tendencia si actuamos de manera crítica y responsable:

1. Verificar fuentes: Antes de aceptar una afirmación, investiga su origen. ¿La persona que la emite tiene experiencia o formación en el tema?

2. Priorizar calidad sobre cantidad: Un artículo detallado puede tardar más en leerse, pero suele ofrecer más valor que un post viral.

3. Fomentar el diálogo: No solo consumas contenido, participa en conversaciones que promuevan el intercambio de ideas.

4. Educarse continuamente: Busca conocimiento confiable y mantente actualizado para fortalecer tu juicio.

Reencontrar el balance

No se trata de desaparecer a los influencers, sino de reconocer su capacidad para conectar con sus audiencias y compararla con la profundidad que ofrecen los expertos.

Como sociedad, debemos preguntarnos:

• ¿Cuál es el valor más importante para nosotros?

• ¿El impacto instantáneo o las ideas transformadoras?

La importancia del conocimiento no excluye el entretenimiento. Se trata de darle a cada cosa su lugar.

En la era de la información a un clic de distancia, un verdadero líder debe ser capaz de distinguir lo relevante de lo superfluo.

Tomar conciencia de lo que consumimos y compartimos es el primer paso para revertir esta tendencia.

¿Estamos listos para construir una conversación pública que alcance y profundice?

Eje Global
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Profesional en marketing digital y desarrollo web, con más de 10 años de experiencia en sectores como educación, finanzas y automotriz. Actualmente es Chief Marketing Officer en Rivium, donde lidera estrategias digitales y automatización de marketing. Ingeniero en Computación y con una Maestría en la misma disciplina por la Universidad del Valle de Atemajac, una especialidad en Marketing Digital por Udacity. Ha sido reconocido como LinkedIn Top Voice 2024. Además, ha trabajado en empresas destacadas como Stellantis, Sodimac y Unifin, logrando resultados tangibles en SEO, SEM y optimización de procesos.