Evo Morales ha transitado un camino de conflictos internos, intentos de retorno al poder y una creciente fragmentación dentro del Movimiento al Socialismo (MAS). Desde su renuncia en 2019 hasta la reciente fundación de su partido político ‘Evo Pueblo’, su influencia política ha cambiado radicalmente.
En octubre de 2019, las elecciones presidenciales en Bolivia estuvieron envueltas en denuncias de fraude. La Organización de Estados Americanos (OEA) identificó irregularidades en el proceso electoral, lo que desató protestas masivas y una crisis política. Bajo la presión de movilizaciones, un motín policial y la sugerencia de las Fuerzas Armadas de que renunciara, Evo Morales dejó la presidencia el 10 de noviembre de 2019. Desde entonces, su narrativa ha sido la de un “golpe de Estado”, mientras que sus opositores sostienen que se trató de una dimisión forzada por la ilegitimidad del proceso electoral.
Tras su renuncia, Morales encontró refugio primero en México y luego en Argentina, donde tuvo un papel activo en la reorganización del MAS de cara a las elecciones de 2020. Durante este período, intentó influir en la dirección política del país a pesar de su exilio. Con el triunfo de Luis Arce en 2020, Morales regresó a Bolivia con la intención de recuperar su protagonismo político. Sin embargo, su influencia sobre el nuevo gobierno resultó ser menor de lo esperado. Arce y su vicepresidente, David Choquehuanca, comenzaron a tomar distancia de Morales, generando una división en el MAS. La tensión aumentó cuando Morales intentó imponer personas de su confianza y tomar decisiones dentro del partido sin consenso.
Desde 2021, las disputas entre el “evismo” y el “arcismo” se hicieron cada vez más evidentes. Morales buscó desestabilizar a Arce con críticas públicas y ataques a su gestión, lo que resultó en una ruptura definitiva. En este proceso también se distanció de Andrónico Rodríguez, quien inicialmente era considerado su sucesor dentro del MAS. Las diferencias entre ambos se profundizaron hasta que Morales terminó expulsándolo de su círculo cercano y debilitando su influencia dentro del partido.
La crisis alcanzó su punto máximo cuando el Tribunal Supremo Electoral (TSE) inhabilitó a Morales como candidato para las elecciones de 2025, dejándolo fuera del juego político dentro del MAS. Ante esto, Morales anunció su renuncia al partido que fundó y la creación de una nueva organización política.
Siguiendo una estrategia similar a la de otros líderes populistas, Morales ha decidido lanzar su propio partido, ‘Evo Pueblo’, en un intento por mantenerse vigente en la política boliviana. Este fenómeno no es inédito: en otros países, políticos han dado su nombre a partidos políticos como una forma de consolidar su imagen. Un caso similar es el de la política alemana Sahra Wagenknecht, quien tras abandonar Die Linke fundó su propio partido, el ‘Bündnis Sahra Wagenknecht (BSW)’, buscando establecer una nueva alternativa política en Alemania. También se pueden encontrar ejemplos en América Latina, como el ‘Fujimorismo’ en Perú o el ‘Peronismo’ en Argentina, donde los movimientos políticos se estructuran en torno a la figura de un líder carismático. Otros casos en el mundo incluyen el movimiento “gaitanista” en Colombia en honor a Jorge Eliécer Gaitán, o el “thatcherismo” en el Reino Unido basado en Margaret Thatcher.
En el contexto boliviano, el uso de un nombre personal para un partido refleja la intención de Morales de aferrarse a su legado político y evitar quedar relegado. La creación de ‘Evo Pueblo’ es una muestra de la persistencia de Morales en la arena política, pero también de su incapacidad para adaptarse a la nueva dinámica del Bloque Popular sin él al mando.
A pesar de su popularidad en algunos sectores del electorado, la división del voto dentro de la izquierda boliviana podría beneficiar a la oposición en 2025. Sin embargo, su afán de perpetuarse en el poder ha demostrado ser una amenaza para la democracia. El estallido social de 2019 fue consecuencia directa de su intento de desconocer el voto ciudadano y forzar su reelección. Los procesos de reelección continua solo socavan las instituciones democráticas, debilitando el equilibrio de poderes y polarizando aún más a la sociedad. La historia ha demostrado que ningún líder es indispensable y que la renovación política es clave para la estabilidad de una nación.
Licenciada en Ciencias de la Comunicación y MSc. en Marketing Político, es columnista especializada en temas de comunicación política y analista en este ámbito. Su experiencia incluye consultoría en transparencia electoral y participación como observadora internacional en procesos comiciales. Además, es socia de ACEIPOL, un espacio comprometido con la profesionalización de la política, desde donde impulsa estrategias innovadoras y análisis profundos sobre el panorama político contemporáneo.