
El domingo 26 de octubre de 2025 marcó un punto de inflexión en la política argentina. Contra todos los pronósticos, Javier Milei no solo superó las elecciones legislativas de medio término, sino que las convirtió en una reafirmación categórica de su mandato liberal. Con más del 40 % de los votos a nivel nacional, La Libertad Avanza (LLA) triunfó en 15 de las 24 provincias del país —incluyendo la simbólica Buenos Aires— y aumentó su presencia en el Congreso a 101 diputados y 19 senadores. Fue más que una victoria electoral: fue una ratificación política a un rumbo económico que, pese a su dureza, ha comenzado a dar señales claras de efectividad.
Desde las primeras horas del domingo, la región estaba en vilo. Gobiernos, medios y analistas de toda América Latina siguieron con atención el conteo, conscientes de que Argentina podía consolidar un modelo económico y político diametralmente opuesto al que predomina en buena parte del continente. En un contexto marcado por giros hacia el intervencionismo estatal en Brasil, Colombia o México, Milei representa una ruptura deliberada con esa tendencia.
La campaña fue milimétricamente diseñada por Karina Milei y Santiago Caputo, recuperando el simbolismo de 2023 con actos masivos, estética contracultural y una narrativa emocional que reconocía el “esfuerzo heroico” del pueblo argentino para salir de la crisis. También sumó pragmatismo: el despliegue territorial en provincias clave como Córdoba, Santa Fe o Mendoza rompió viejos feudos del peronismo. Y la alianza tácita con Mauricio Macri le permitió absorber buena parte del electorado conservador que migró hacia una opción más decidida en términos de cambio estructural.
Pero el respaldo no es solo emocional ni simbólico. La gestión de Milei ha comenzado a mostrar resultados medibles que, para muchos votantes, justifican el sacrificio inicial. Tras décadas de inflación de dos o tres dígitos, Argentina cerró septiembre con una inflación mensual por debajo del 5 %, la cifra más baja en casi siete años. El Banco Central acumula reservas tras meses de fuga, el peso se estabiliza frente al dólar, y lo impensable se volvió real: el país cerró su primer superávit fiscal primario desde 2008. Además, el tamaño del Estado se ha reducido en términos reales mediante el cierre o fusión de organismos públicos innecesarios, la eliminación de contratos superfluos y una contención estricta del gasto público.
Este giro fiscal, considerado impensable hace apenas dos años, le ha devuelto al gobierno capacidad de maniobra ante organismos multilaterales y mercados internacionales. El respaldo de Estados Unidos fue inmediato: Donald Trump felicitó a Milei, y el secretario del Tesoro, Scott Bessent, activó un swap de 20 mil millones de dólares condicionado al resultado electoral. Ese oxígeno financiero resulta vital para consolidar la siguiente fase de reformas: flexibilización laboral, privatización de empresas públicas y eliminación progresiva de impuestos distorsivos que asfixian la inversión y el empleo.
En términos legislativos, el oficialismo no alcanza mayoría absoluta, pero sí el umbral del tercio en Diputados, lo que le permite bloquear iniciativas opositoras y condicionar la agenda parlamentaria. Con ello, Milei gana margen para gobernar, siempre que logre construir mayorías puntuales con bloques provinciales.
El triunfo en Buenos Aires fue especialmente simbólico: tras perder por 14 puntos en septiembre, Milei revirtió el resultado y se impuso con un 44 % frente al 40 % del gobernador Kicillof. Para un amplio sector de la sociedad —en especial clases medias empobrecidas y jóvenes sin expectativas dentro del modelo tradicional— el mensaje fue claro: premiar la coherencia y el coraje, aún por encima del costo social inmediato. Milei no ofreció subsidios ni beneficios de corto plazo, sino un horizonte de libertad económica, responsabilidad fiscal y reactivación productiva vía inversión privada.
No obstante, el camino no está exento de riesgos. LLA obtuvo 15 puntos menos que en 2023, lo que refleja cierto desgaste. La abstención rondó el 30 %, y el peronismo conserva territorios clave en el Senado. La tensión social persiste: si el crecimiento proyectado para 2026 (entre 3 % y 4 %) no se consolida, podrían resurgir las protestas, sobre todo en sectores más vulnerables. Los críticos señalan que el gobierno depende del delicado equilibrio entre disciplina fiscal y contención social. Pero incluso sus detractores reconocen que, a diferencia de tantos intentos fallidos, Milei ha logrado avanzar donde otros ni siquiera lo intentaron.
Lo que se perfilaba como una anomalía política adquiere hoy forma de modelo regional. La revolución liberal argentina, con todas sus contradicciones, empieza a proyectarse más allá de sus fronteras. En un continente saturado de populismos reciclados, Milei ha introducido un nuevo lenguaje, una estética y una narrativa de poder centrada en la libertad, la eficiencia y el mérito. El respaldo del 40 % no es solo un resultado electoral: es el reflejo de una sociedad que, agotada de promesas vacías, ha decidido apostar por una transformación profunda.
La verdadera prueba, sin embargo, no fue el domingo. Está por venir. Milei lo sabe: su legado dependerá de si logra transformar ese respaldo coyuntural en progreso duradero. Por ahora, Argentina ha vuelto a capturar la atención del mundo. Y lo ha hecho por un motivo inesperado: atreverse a cambiar en serio.



