Unidad e integración como respuesta necesaria para el desarrollo económico latinoamericano frente a Donald Trump

Hoy, México y América Latina inician una nueva etapa en su relación con los Estados Unidos. La llegada de Donald Trump marcará una ruta diferente, en la que se retomarán asuntos pendientes que quedaron en la agenda política al término de su anterior mandato. Desde antes de su regreso a la Casa Blanca, Trump estableció cuáles serían las directrices que regirían su relación con América Latina y el mundo.

En su discurso de toma de posesión, el nuevo mandatario enfatizó una estrategia enfocada en la imposición de aranceles como medida de presión político-económica contra aquellos países con los que necesita establecer nuevos acuerdos en temas sensibles como migración, seguridad y narcotráfico.

La nueva narrativa de Trump, según analistas, ha establecido dos conceptos estratégicos clave: “amenaza y dependencia”. Estos conceptos le permiten aplicar una escala de presión similar a la que ha ejercido sobre México, Colombia y su vecino del norte, Canadá, así como sobre Panamá, con la intención de fortalecer su injerencia y control sobre el Canal.

En el caso de Colombia, la amenaza se hizo evidente cuando Gustavo Petro, jefe del Ejecutivo, negó el permiso de aterrizaje a aviones militares de Estados Unidos con inmigrantes a bordo. De inmediato, Trump impuso aranceles punitivos a las importaciones procedentes de Colombia, además de anunciar prohibiciones de entrada a miembros del gobierno y restricciones a transacciones de pago. Ante esta respuesta inmediata, Petro cedió.

Por su parte, Canadá respondió con firmeza, anunciando la imposición de aranceles del 25% a productos estadounidenses, con excepción del gas y el petróleo. En este contexto, el primer ministro Justin Trudeau lamentó que México, Canadá y todos los firmantes del T-MEC ahora se enfrenten a una guerra comercial que podría desestabilizar el flujo de mercancías en toda Norteamérica.

México, ante esta nueva realidad, ha adoptado una postura diplomática firme. La presidenta, Dra. Claudia Sheinbaum, ha manifestado que “no es con la imposición de aranceles como se resuelven los problemas, sino mediante el diálogo y el respeto a los derechos humanos”. Gracias a esta estrategia, consiguió una tregua de un mes ante la posible imposición de aranceles, acordando reforzar la frontera con 10,000 elementos de la Guardia Nacional, mientras que Estados Unidos se comprometió a combatir el tráfico de armas de alto poder hacia México.

Eje Global

La visita de Marco Rubio, secretario de Estado de EE. UU., a Panamá se dio en un contexto diferente. Rubio advirtió que EE. UU. “tomará las medidas necesarias” si Panamá no reduce de inmediato la supuesta influencia de China en el Canal. Según él, Panamá ha violado los términos del tratado de 1999 que le devolvió el Canal, permitiendo que China gane demasiado poder sobre la infraestructura circundante. El presidente panameño, José Raúl Mulino Quintero, respondió de manera contundente: “La soberanía del Canal no está en discusión; el Canal es operado por nuestro país y así seguirá siendo”.

Sin embargo, tras otra reunión entre Rubio y el administrador del Canal, Ricaurte Vásquez, se emitió un comunicado en el que se informó que se buscarían nuevas formas de optimizar la prioridad de tránsito para los buques estadounidenses. Además, Panamá aceptó recibir migrantes deportados desde EE. UU., siempre y cuando el gobierno estadounidense cubra los costos de repatriación de los no panameños.

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Otro punto clave es que el gobierno de Mulino anunció que no renovará el acuerdo entre Panamá y China sobre la Ruta de la Seda, lo que representa un triunfo estratégico para Estados Unidos. Con estos ejemplos en distintos países, queda claro que el poder de EE. UU. bajo el liderazgo de Trump obligará a los países de América Latina a replantear su modelo de integración regional para fortalecer su posición frente a las presiones de Washington.

A pesar de los esfuerzos realizados en el siglo pasado y en este primer cuarto del siglo XXI, América Latina sigue demasiado fragmentada. Los intereses de cada nación aún presentan amplias diferencias, lo que podría favorecer a los oponentes declarados de Trump, como Rusia y China.

Ante esta nueva realidad, México debe analizar seriamente el papel que debe desempeñar para recuperar su liderazgo en la región. Es imperativo alcanzar un posicionamiento que impulse el crecimiento y el desarrollo a través de la integración económica, generando una propuesta que fortalezca el intercambio comercial de productos estratégicos en América Latina.

Los aranceles y otras medidas punitivas de Trump contra países como México, Colombia y Panamá podrían llevar a estas naciones a estrechar lazos comerciales con China. No obstante, sería más conveniente impulsar un nuevo acuerdo latinoamericano que permita ganar fortaleza frente a Estados Unidos y consolidar alianzas estratégicas que impulsen el crecimiento económico de la región.

En este momento, la administración de Trump parece querer dividir a los países de la región con tratos diferenciados. Aunque en el discurso oficial se muestra interés en América Latina, la agenda estructurada de Marco Rubio, con visitas programadas a Costa Rica, El Salvador, Guatemala y República Dominicana, indica que el objetivo es fragmentar aún más a la región y consolidar el control estadounidense sobre sus intereses estratégicos.

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Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM. Doctor en Administración y Desarrollo Estratégico por el CISD. Doctorado en Administración Pública (INAP) y Maestro en Administración en Sistemas de Calidad (UVM). Director General del Centro de Estudios para el Desarrollo de Proyectos Sociales A.C. (CEDPROS). Posdoctorante en Ciencias del Estado y Gobierno (IAPAS). Miembro de la Academia Nacional de Historia y Geografía. Presidente del Instituto Iberoamericano de Políticas Públicas para América Latina (IIPPAL). Es consultor y conferencista nacional e internacional en temas de Gobierno y Desarrollo Municipal.