“¿Emociones reales o virtuales?”

Mi interés por la transformación energética me llevó a leer un artículo de Iberdrola, empresa líder en el mundo, que abandera la transición de la matriz energética, contando con proyectos que producen más de 43,500 megavatios de potencia. Me llamó la atención lo que ellos, en su responsabilidad social, se cuestionaban sobre el uso excesivo de las redes sociales.

Una empresa tan grande tenía en cuenta una realidad que, a todo grito, estamos viviendo y muchos no queremos aceptar; o, por lo menos, no somos responsables de las repercusiones.

Sherry Turkle, psicoanalista del Massachusetts Institute of Technology (MIT), ha investigado extensamente sobre el impacto de las redes sociales en las relaciones y afirma que estas debilitan los lazos humanos. En su libro Alone Together: Why We Expect More from Technology and Less from Each Other describe con detalle los impactos negativos de estar constantemente conectados, lo que paradójicamente trae consigo cierta sensación de soledad. Tal y como ella misma afirma: “Los lazos que formamos a través de Internet no son, al final, los lazos que unen, pero sí son los lazos que preocupan” (Iberdrola, 2024).

Es una adicción el uso de Internet y, siendo más concreta, el de las redes sociales, que no solo comunican, rompen cualquier frontera y movilizan a la sociedad, sino que también han contribuido al aumento del aprendizaje. Es un vehículo poderoso; pero, a su vez, trae desafíos que, como comunidad, deberíamos reconocer y minimizar sus consecuencias.

El Internet ha sido un paso gigante en nuestra evolución, pero también, al hacernos la vida fácil, nos la está complicando, ya no usamos la memoria. ¿Cuántos de ustedes se saben el número de celular de más de 10 amigos? ¿Encuentran una dirección sin Waze? ¿Tienen reloj despertador? ¿Lo primero que preguntan en un restaurante es la clave del Wi-Fi?

Si esto es así con el Internet, no se imaginan lo que el abuso de las redes sociales está haciendo en nosotros. Nos está llevando a una adicción, al insomnio, a la disminución de horas laborales, a la ansiedad cuando no tenemos el celular en la mano, a la depresión cuando no cumplimos los estándares que nos marcan, y a la falta de relaciones personales porque es más importante chatear que hablar personalmente con los amigos, entre muchos otros ejemplos que podemos citar.

Todo debido a un infinito contenido que no busca sino satisfacer las tendencias creadas y obligarnos a comportarnos como se nos insinúa, con el fin de conseguir un “like”, una breve sensación que busca la aprobación de los demás para encajar en un mundo virtual que destruye cualquier propósito real de vida.

Lo preocupante de esto es que nos está provocando un problema de salud mental, ya que desdibuja las relaciones y crea una burbuja de la realidad. Es un espacio de desinformación constante, hostilidades y rechazos, que busca la generación de comparativos de estilos de vida, originando una baja autoestima, ansiedad y depresión por no poder tener los mismos logros o las mismas experiencias de los demás. Consideramos que este espacio virtual es una fiel copia de la realidad, pero no vemos que, desde los anonimatos de cuentas que ni siquiera sabemos si son reales, nuestra vida diaria se ve afectada.

En la constante búsqueda de aprobación del ser humano, caemos en el juego de las redes sociales que manipulan directa e indirectamente a la mente humana. Deberíamos ensayar nuevos hábitos de su uso, por ejemplo, la responsabilidad de lo que consumimos y compartimos, ya que esto nos permite mantener el control sobre el impacto que recibimos de la información.

Ya existen indicios de la dependencia a las redes sociales. Hoy quiero cuestionarlos y que se respondan estas preguntas para saber si ya están inmersos en esta frontera confusa:

¿Sienten ansiedad cuando no hay señal de Internet?

¿Revisan su celular antes de dormir y lo primero al despertar?

¿Se sienten inquietos por no tener respuesta inmediata a publicaciones?

¿Comparten todo lo que hacen, su trabajo, sus experiencias, su familia, etc.?

¿Revisan el celular mientras caminan?

El resultado lo sabe cada uno, pero es momento de cuestionarnos y actuar, siendo responsables, aplicando prácticas más sencillas para evitar la dependencia por tanto uso. Por ejemplo, mantener el celular en la mano, deberíamos dejarlo sobre una mesa por un buen rato y consultarlo esporádicamente; no usarlo mientras comemos o cuando estamos reunidos con amigos; dejarlo en silencio mientras dormimos para lograr conciliar el sueño evitando despertarnos con las notificaciones y la publicidad que navegan 24 horas.

El 60 % de la población mundial ya está conectada a Internet. El tiempo promedio diario de uso del Internet por persona en el mundo es de 6 horas, 40 minutos, según el “Digital 2024: Global Overview Report” publicado por DataReportal; y el tiempo en redes sociales es de 2 horas y 40 minutos, dedicándole una cuarta parte de nuestro día.

Y si exploramos cuánto consume un cargador de celular, podríamos decir que 2 vatios/hora sin estar en uso; si sigue conectado 24 horas todo el año, hablaríamos de un consumo promedio de 4,4 kilovatios/persona.

Si nos hacemos el propósito de evitar darle tanta relevancia a las redes sociales y dedicarle más tiempo a otras actividades, podríamos liberarnos un poco de ese molesto hábito y regresar a vivir una vida sana y saludable.

Mi deseo es que este nuevo año, uno de los nuevos propósitos sea dedicar más tiempo de calidad, volver a ser seres humanos autónomos, dejar de encasillarnos en estilos de vida que en su mayoría no corresponden a la realidad, lograr que los jóvenes tengan un poco más de argumentos para luchar contra las frustraciones reales no virtuales, y pasar buenos momentos que generen sensaciones que nuestra mente pueda guardar y diferenciar.

¡Y de paso contribuimos a salvar el planeta ahorrando energía!

Ma. Alejandra Trujillo M
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Licenciada en Relaciones Internacionales y Estudios Políticos, Administradora de empresas con énfasis en alta gerencia y planeación estratégica. Cuenta con Altos estudios en gerencia política y gobernabilidad de “George Washington University”, Maestría en Dirección de Gestión Pública. Certificada en métodos de negociación y Curso Integral de Defensa Nacional CIDENAL de la Escuela Superior de Guerra en Colombia.

Como experta en gerencia política ha participado en la estructuración de 147 campañas electorales y de gobierno, en 7 países de Latinoamérica y España. Analista, conferencista y catedrática. Premiada en la Escuela de Artes y ciencias políticas de Washington “Global Democracy 2021”por su más reciente proyecto “La construcción de democracias en América Latina”; Y por las diferentes asociaciones de consultores políticos como : Mejor consultora política de Latinoamérica ALACOP 2018, 2021, 2023; Mujer Influyente en la política; Mejor Academia política; Manejo de crisis “Presidencia de Perú” 2022, entre otros