La semana pasada se presentó una propuesta de reforma a la Ley Aduanera en México que sorprendió al comercio internacional en el país.
El posible incremento de aranceles que van del 10 % hasta el 50 % a países sin tratados ha alarmado tanto a nacionales como a proveedores extranjeros. Y aunque no es la primera vez que se incrementan aranceles en los últimos cinco años, esta noticia llega en el marco de las negociaciones del T-MEC, bajo la presión de los socios comerciales.
Si bien es cierto que, históricamente, los aranceles han buscado proteger el mercado nacional y fomentar el desarrollo de la industria, en esta ocasión la medida parece tener un componente regional: proteger la región económica de Norteamérica y reforzar el acuerdo con Estados Unidos y Canadá.
No debe sorprender que se busque este objetivo, pues la finalidad de cualquier acuerdo es el crecimiento y el desarrollo del comercio entre los países involucrados. De lo contrario, ¿cuál sería la ventaja? La diferencia ahora es que en la ecuación aparece China, que desde hace algunos años ha sacudido las bases del orden mundial.
Las industrias más afectadas vuelven a ser las mismas que en las últimas tres medidas arancelarias: automotriz, textil, acero, aluminio, calzado, vehículos, motocicletas, cartón y papel, por mencionar algunas.
Actualmente, Estados Unidos es el principal socio comercial de México; gran parte de la producción nacional tiene como destino el país del norte. El segundo proveedor es China, principal afectado en el ramo automotriz. Aunque México niega que la medida esté dirigida al gigante asiático, aclarando que aplica a todos los países sin acuerdo, Pekín la interpreta como coercitiva. Por ello, pidió actuar con cautela, analizar antes de incrementar aranceles y advirtió que seguirá de cerca la estrategia. México, por su parte, ha confirmado que las relaciones con China son muy buenas y que se sostendría una reunión en los próximos días.
No es nuevo que México reciba presión ni el mensaje de que las reglas serán más estrictas y vigiladas, ni que las ventajas comerciales no favorecerán a la proveeduría asiática. Al mismo tiempo, México ha reiterado su interés en recuperar sectores industriales clave, fomentar el empleo formal y combatir la corrupción. Conviene recordar que México cuenta con una larga tradición en la industria maquiladora de vehículos.
Lo cierto es que las tensiones político-económicas entre las dos economías más grandes del mundo han colocado a México en medio de un fuego cruzado debido a su posición estratégica. Más que un socio comercial, ambos buscan un aliado. Por más que se defienda la intención económica de la reforma, resulta evidente que el trasfondo político es innegable.
Lic en Negocios Internacionales por la Universidad de Guadalajara, Especialista en Legislación aduanera, compras, logística y negociación en mercados asiáticos y interprete de Mandarín, Fundadora y CEO de grupo GCB integrado por Agencia Aduanal, Transporte, Consultoría al Comercio Internacional.
