El cine, desde su creación, es una forma de espejo sociológico al igual que un medio de crítica social, y es sabido por todos que ha sido utilizado a lo largo de su historia como propaganda o como una forma “sutil” de mostrarnos los valores y antivalores por los que se han regido nuestras sociedades, dictando agendas políticas y/o ideológicas. Cuando comienza a tomar más fuerza lo woke en el siglo XXI, Hollywood no perdió la oportunidad de subirse al tren de este movimiento apostando todas sus fichas a este discurso, aunque de una forma que se siente demasiado forzada, excesivamente aleccionadora y nada sutil; el problema es que, con la más reciente megaproducción de Disney, Blancanieves, parece que el mensaje viene cargado con esteroides, en un intento por querer marcar todas las casillas de “lo políticamente correcto” y que se convirtió en el fiasco más grande de la historia de la casa del ratón, quienes hasta anunciaron que está on hold la producción de su siguiente remake, Rapunzel, según un artículo del New York Post. Las audiencias en el mundo han sido claras en su rechazo y las críticas negativas no se han hecho esperar. Pero, ¿qué pasó realmente?
Siendo honestos, la película, así como la manzana, pareció estar envenenada desde el principio; en medio de un tornado de mala prensa, una inclusión étnica que nadie pidió, declaraciones desafortunadas de su protagonista acerca de la modernización de la historia y sus ideologías políticas, una lucha de egos entre sus actrices principales y declaraciones geopolíticas de parte de ambas, un progresismo fallido que buscó desencasillar a personas con condiciones fisiológicas distintas, como el enanismo, y un tráiler promocional de calidad cuestionable. En fin, el caldo de cultivo perfecto para que, al momento de su estreno, y tras dos semanas en cartelera a nivel mundial, se haya convertido en una de las películas peor rankeadas por IMDb, con una calificación de 1.6/10 y un desastre en taquilla, por lo que muchos cines en Estados Unidos la han sacado ya de cartelera antes de su tercer fin de semana.
Y sí, la chica canta muy bien, la reina malvada se ve muy guapa y la historia de la película de 1937 ya no resuena realmente con la mujer contemporánea, en eso tienen razón sus defensores. Pero en su intento por buscar una perspectiva reinventada del mayor clásico de la empresa, terminó por convertir lo que se suponía debía ser una mágica reinterpretación de la icónica princesa en una especie de Frankenstein que no sabe si quiere ser una película infantil, una propaganda feminista, un cuento socialista, una historia de amor entre Robin Hood y Juana de Arco o un set-up donde muestran a seres diversos rodeados de un mundo medieval y un bosque encantado creado por computadora. Además, no se ve bien, por momentos es aburrida y su historia, vacía. Y justo ese es el problema: que en su intento por ser TODO, terminó convirtiéndose en un montón de NADAS.

Fuente: IMDb.
Por buscar encajar con una ideología de inclusión, de progresismo mal entendido y modernización acerca del rol de la mujer en la sociedad, la película —como en muchos otros casos— probó que Disney ha malinterpretado lo que quiere decir que un protagonista femenino sea fuerte; les ha quitado toda capacidad de crecimiento en sus historias y las ha vuelto poco empáticas. Esa narrativa resulta contraproducente a lo que idealmente se buscaba representar en los movimientos woke. El agotamiento de las audiencias por la politización, la inclusión forzada, el adoctrinamiento, la falta de historias frescas y personajes auténticos, la falta de creatividad y las propiedades intelectuales recicladas, dio un fuerte statement al mostrar que, según Box Office Mojo, la recaudación mundial hasta el día de hoy ha sido de 146.5 millones de dólares, con un costo, según números oficiales, de producción de 270 MDD, lo cual habla del estrepitoso fracaso económico que ha representado para la empresa, si se tiene en cuenta que en el negocio del cine, para comenzar a considerar un margen de rentabilidad, se debe recaudar un mínimo de 2.5 veces el costo de la producción, luego de costos de distribución, cuotas de cines y publicidad.
Esto también debe poner a pensar a la industria acerca de en qué se está decidiendo invertir esas cantidades exorbitantes que, al final, en la pantalla reflejan una calidad pobre, mediocridad en las actuaciones y una falta de magia y alma tremendas.

Fuente: IMDb Pro.
El cine debe fungir como una ventana para mirar distintas perspectivas acerca de una problemática. De hecho, creo que lo woke en esencia no es malo y hay que darle voz a quien no la tiene, mostrar las facetas más humanas de las historias, y claro que debe existir una representación real, pero para eso deben crearse historias que se sientan auténticas, donde su desarrollo sea natural y no solo por cubrir una cuota de género. Los personajes deben tener una mayor profundidad para que muestren sus luchas y nosotros, como audiencia, nos podamos poner un poco en sus zapatos.
Entonces, así como se ha venido haciendo, ¡no es!
Tal vez este baño de realidad, por fin, haga que la industria en Hollywood abra los ojos y comience a darle al espectador lo que quiere: películas con alma, que tengan algo interesante para contar sin adoctrinar. Y recordemos que, por el hartazgo de la gente, en los negocios hay una nueva ley no escrita: Go woke, go broke.
Actriz, guionista, directora y productora mexicana. Con una amplia formación en artes escénicas y cinematográficas, adquirida mediante talleres, literatura especializada, conferencias magistrales y trabajos en set, su colaboración en medios audiovisuales ha abarcado tanto labores frente como detrás de cámaras. Ha participado en diversos proyectos de distintas casas productoras, como Telemundo con Rosario Tijeras, Argos Media con la serie El club, Azteca Novelas con distintos unitarios, Dynamo con Mala fortuna, MGM con Blink Twice, PulpoCine con Masacre en el Delta (en guión y creación de personajes), Tessalit Production con Papamobile y Friquita Francis con Alma solitaria, donde se desempeñó como actriz y productora.
Ha trabajado con directores como Axel Uriegas, Carlos Bolado, Sylvain Estibal, Zoe Kravitz, Facundo Nuble y Luciano Onetti. Actualmente se encuentra en la etapa de postproducción de su primer largometraje, en el que es coescritora, codirectora y productora.