
Tal vez fuera de Venezuela muchos podrán estar pensando que el país está sumergido en un caos social debido a la terrible amenaza que pesa sobre el territorio, producto de la movilización tremenda que el ejército de Estados Unidos ha realizado frente a las costas caribeñas venezolanas.
Sin embargo, la cosa pinta de forma mucho más variada; el país es una mezcla de sentimientos, de respuestas y de realidades distintas y diametralmente opuestas.
Por un lado, están los simpatizantes de Nicolás Maduro; ellos se dividen en dos grupos puntuales: jerarcas y base.
Los jerarcas del madurismo se muestran preocupados y también ocupados; han realizado una serie de acciones —muchas de ellas propagandísticas— con el propósito de mostrar cohesión política frente a los riesgos que se ciernen sobre ellos y su modelo político.
Por otra parte, está el dirigente de base del Partido Socialista Unido de Venezuela. Este perfil vive en una mezcla permanente de “obedecer al partido” en sus llamados a marchas, reuniones y acciones, y de seguir su vida lo más normal posible.
En el segundo grupo tenemos a la dirigencia opositora que está dentro del país; este sector está plenamente inmovilizado, silenciado y a la expectativa.
Los dirigentes de oposición viven con las manos atadas y con los ojos tapados.
No saben qué está sucediendo en verdad —solo viven de rumores y especulaciones— y no pueden hacer nada porque tienen la espada de Damocles colocada directamente sobre sus pescuezos o cuellos. Y esa espada son los órganos de seguridad del Estado venezolano.
En pocas palabras, la oposición interna no da ni frío ni calor a la actual situación nacional.
El tercer grupo es el ciudadano común. Este se subdivide en tres renglones distintos: el venezolano de a pie, el empresario (vinculado o no al oficialismo) y el ciudadano politizado.
Empecemos con el venezolano de a pie. Él vive todos los días en un constante devenir de problemas y soluciones en el ámbito personal, tratando de conseguir los medios de sobrevivencia.
Trabaja diariamente, efectúa labores alternas a su trabajo formal (lo que se denomina “matar un tigrito” en Venezuela) para completar los recursos del día a día. Este personaje está pendiente de que viene diciembre y los gastos típicos de esta fecha. Habla de la situación como algo posible, pero no seguro.
Ahora bien, tenemos al empresario.
Este, a su vez, también se divide en dos: los angustiados (pues tienen mucho que perder) y los que siguen trabajando como si nada estuviera pasando y nada pasará.
Y en tercer lugar está el ciudadano politizado. Este habla y habla de la situación; es el multiplicador de informaciones y desinformaciones por redes sociales; es el que sigue todos los comentarios que emanan de Miami y Colombia sobre la realidad venezolana.
Es el que comenta en redes sociales que “mañana es la cosa”; para él la realidad actual es una combinación de “juego” y “esperanza”.
Esta radiografía está direccionada al grueso del territorio nacional; sin embargo, cuando hablamos de Caracas —la capital de Venezuela— la cosa es diferente. Allí la tensión es notoria, es el pan nuestro de cada día.
Los caraqueños viven en una tensión permanente y constante: la movilización de militares por la ciudad, el ir y venir de los colectivos (cuerpos de choque del oficialismo), los rumores prácticamente cotidianos del “amigo del amigo que trabaja en el ministerio tal o cual”, elaboran un cóctel de nervios, ansiedad y terror que se respira en la calle.
Como siempre pasa, a veces confundimos a Caracas con Venezuela; y lo cierto es que no son lo mismo. Muchísimas veces Caracas es una cosa y el resto del país otra, muy distinta.
Esta es la permanente dicotomía venezolana.
Licenciado en Comunicacion Social por la Universidad Santa María (Venezuela), con especialización en Gobierno Abierto por la Organización de Estados Americanos (OEA). Fue responsable de prensa del candidato a la presidencia de Venezuela Manuel Rosales, ha sido asesor de campaña de varios candidatos, además de fungir como director de comunicación en alcaldías y gubernaturas. Así mismo fue asesor de la Asamblea Nacional de Venezuela en materia de Comunicación.



