Libre mercado o economía controlada por el Estado

Un análisis comparativo de modelos de gobernanza económica en América Latina.

Eje Global

A lo largo de la historia económica se observa que los países que adoptaron modelos orientados al libre mercado, basados en una mayor apertura comercial, respeto a la propiedad privada y estímulo a la inversión, han presentado resultados más consistentes en términos de crecimiento, prosperidad y bienestar social. En contrapartida, aquellas naciones que optaron por economías fuertemente centralizadas por el Estado, caracterizadas por un exceso de intervención, populismo y estatización, enfrentaron con frecuencia crisis de productividad, caída de la inversión, inflación descontrolada y empobrecimiento de la población. En este sentido, políticas económicas sólidas y sostenibles reducen la necesidad de programas tradicionales de asistencia social, pues promueven un desarrollo estructural y duradero.

En América Latina, Chile constituye un ejemplo emblemático de país que, a partir de la década de 1970, implementó reformas de orientación liberal como la apertura al comercio internacional, la privatización de empresas estatales y el fortalecimiento del sector privado. Estas medidas permitieron alcanzar mayor estabilidad económica y avances significativos en indicadores de desarrollo humano, situando al país entre los mejor posicionados de la región en los índices de libertad económica.

En contraste, Venezuela siguió una trayectoria opuesta. A partir de los años 2000, bajo el gobierno de Hugo Chávez, el país intensificó la intervención estatal mediante controles de precios, nacionalización de sectores estratégicos (como petróleo, energía, alimentos y comercio minorista) y políticas populistas que deterioraron la productividad y alejaron la inversión privada. Como consecuencia, se generó un escenario de hiperinflación, desabastecimiento y una de las mayores crisis migratorias de la historia reciente, con aproximadamente 7,9 millones de venezolanos que abandonaron el país desde 2015 (UNHCR, 2025). Además, el gobierno de Nicolás Maduro ha sido señalado internacionalmente por vínculos con el narcotráfico y prácticas autoritarias, lo que profundizó el aislamiento político y económico de Venezuela.

Por otro lado, El Salvador, bajo la gestión de Nayib Bukele, ha implementado medidas dirigidas a atraer inversión extranjera directa, reducir la burocracia y fortalecer la seguridad interna. El combate sistemático a las pandillas contribuyó a una drástica reducción de la criminalidad: en 2015 el país registraba 103 homicidios por cada 100 000 habitantes, mientras que en 2024 la tasa cayó a 1,9 —la más baja de América Latina—, lo que representó una disminución del 98 % (Statista, 2025). Este nuevo escenario de estabilidad institucional ha generado mayor confianza y un entorno favorable para el sector privado.

En Argentina, el gobierno de Javier Milei representa una clara orientación hacia el libre mercado. Inspirado en la Escuela Austríaca de economía, desde su asunción en diciembre de 2023 ha promovido un programa de fuerte ajuste fiscal y reducción de la intervención estatal. Entre las medidas destacan la reducción de 18 a 9 ministerios, el recorte de 35 % en el gasto público durante el primer trimestre y la reversión del déficit de reservas del Banco Central. Como resultado, la inflación pasó de 134 % en 2023 a 36 % en 2025, mientras el peso argentino se convirtió en la moneda más valorizada de la región. Instituciones como el FMI y el Banco Mundial proyectan un crecimiento de 5 % para Argentina al final de 2025, lo que situaría al país como la economía de mayor expansión en América Latina (BBC, 2025).

Brasil, en contraste, ha seguido una política de fuerte intervención estatal. Durante el tercer mandato del presidente Lula, la deuda pública creció de 72 % a 78 % del PIB, lo que equivale a un aumento de 2 billones de reales (moneda local). El gasto público se incrementó en 326 mil millones de reales, mientras que la tasa de interés se mantuvo entre las más altas del mundo, en torno al 15 % anual. En 2024, el real fue la moneda más devaluada globalmente, con una caída de 27,3 % frente al dólar. Las empresas estatales, que habían registrado superávit en la administración anterior, volvieron a mostrar déficits significativos. Además, la salida de capital extranjero de la bolsa brasileña alcanzó el mayor nivel desde 2016, lo que presionó aún más al dólar y a la inflación. Se estima que en 2025 alrededor de 1 200 millonarios dejarán Brasil, configurando el mayor éxodo de riqueza en América Latina (Henley, 2025). Paralelamente, las tensiones diplomáticas con Estados Unidos se intensificaron debido a divergencias ideológicas y políticas externas percibidas como contrarias a la democracia liberal.

Ejemplos históricos fuera de la región refuerzan este contraste. Alemania Oriental, con una economía planificada y centralizada, mostró un bajo desempeño frente a Alemania Occidental, que adoptó un modelo de libre mercado. De igual modo, Corea del Norte, con un régimen autoritario y economía controlada por el Estado, continúa enfrentando crisis alimentarias y pobreza estructural, mientras que Corea del Sur se consolidó como exportadora mundial, con un PIB per cápita de 33 121 dólares (2023), superior al de países como Japón o Portugal.

Estos casos demuestran que la prosperidad de una nación depende menos del tamaño del Estado que de la calidad de su gobernanza y de la profesionalización de la gestión pública. La libertad económica, la previsibilidad institucional y la protección de los derechos de propiedad se configuran como factores determinantes para impulsar un crecimiento sostenible, reducir desigualdades y fortalecer el bienestar social.

En otras palabras, no es la mera presencia de un aparato estatal más grande o más pequeño lo que garantiza el desarrollo, sino la capacidad de dicho Estado para crear un entorno estable, transparente y eficiente, donde las reglas del juego sean claras y respetadas. La experiencia internacional sugiere que aquellos países que han priorizado la institucionalidad, la disciplina fiscal, la seguridad jurídica y la apertura al comercio e inversión han logrado construir sociedades más prósperas y equitativas. Por el contrario, donde predominan el populismo, la improvisación y el intervencionismo excesivo, las naciones terminan atrapadas en ciclos de estancamiento económico, pérdida de capital humano y creciente desconfianza ciudadana hacia las instituciones. Así, la verdadera clave del desarrollo radica en un modelo de gobernanza que combine libertad con responsabilidad, mercado con regulación inteligente y democracia con gestión técnica orientada a resultados de largo plazo.

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Doctorado en Economía por la Universidad de Salamanca (España), maestría en Administración de Negocios por la Universidad de Santa Maria (Brasil) y Licenciado en Administración por la Universidad de Cruz Alta (Brasil). Es profesor de ciencias económicas, finanzas y gestión de negocios en varios institutos de educación superior en Brasil. Es director de la firma Kruel Consultoria LTDA, con amplia experiencia en proyectos financieros y de desarrollo sectorial.