
La economía de un país puede representarse, en términos generales, a través de dos escenarios bien definidos. En el primero, la propiedad privada está garantizada por ley y los medios de producción están en manos de empresarios que se lanzan al mercado mediante el emprendimiento, compitiendo para satisfacer los deseos de los consumidores a través de servicios, comercio, industria o la producción de alimentos, como el agronegocio. En el segundo escenario, no existe garantía sobre la propiedad de la tierra ni de los medios de producción, los cuales pertenecen al Estado. Queda así clara la distinción entre el sistema socialista, al que corresponde este segundo caso, y el capitalista, al primero.
Me centraré en el sistema capitalista para analizar las diversas facetas de sus formas de gobernanza, dado que el sistema socialista ya ha demostrado ser ineficaz, como lo evidencian los múltiples países que intentaron implementarlo.
En una economía de mercado, el proceso selectivo que garantiza la supervivencia de las empresas es la satisfacción de los deseos de los consumidores, quienes eligen sus marcas preferidas según sus gustos, preferencias, fidelidad a la marca, precios, garantías y, por qué no decirlo, estatus. Las empresas son creadas por personas dispuestas a ofrecer un servicio, vender y/o fabricar un producto, o producir alimentos. Cuanto mayor sea el éxito de estos empresarios, más negocios se generarán, lo que impulsará un mayor consumo, incrementará la demanda de maquinaria, equipos, espacios y empleos, y, en consecuencia, hará que la economía se dinamice.
Cuanto mayor sea la economía de un país, mayor será la riqueza producida y más personas estarán empleadas, ya sea como empresarios o como trabajadores, lo que, a su vez, genera los ingresos del Estado a través de los impuestos cobrados sobre dicha riqueza. Partiendo de este principio, un gobierno debería entender que cuanto mayor sea el número de empresarios en el mercado, mejor será para toda la sociedad, ya que se promoverá una mayor abundancia económica. Por lo tanto, la recaudación estatal mediante impuestos debería orientarse a fomentar un entorno empresarial favorable, incentivando el emprendimiento y elaborando leyes y directrices que garanticen seguridad y sostenibilidad a las inversiones a largo plazo. Sin embargo, muchas veces no es así como operan los gobiernos en sistemas capitalistas, ya que terminan oprimiendo a los empresarios con cargas tributarias excesivas, trasladando a ellos los costos de la ineficiencia en la gestión pública.
Las diez mayores economías del mundo (según el producto interno bruto, PIB) son: Estados Unidos, China, Alemania, Japón, India, Reino Unido, Francia, Italia, Canadá y Brasil. Entre estos países, India y Brasil presentan las tasas impositivas más altas aplicadas a las empresas, con un 35 % y un 34 %, respectivamente. Estos dos países también encabezan el ránking de los menos libres para hacer negocios y, además, registran los mayores índices de pobreza entre las naciones analizadas (Índice de Libertad Económica, 2025), representando a los países con economías intervencionistas en este análisis.
¿Por qué las naciones más ricas del mundo también forman parte del grupo de países con mayor libertad económica?
Es evidente que la prosperidad tiende a crecer en contextos con mayor libertad económica, en comparación con aquellos donde predomina una fuerte intervención estatal en la economía.
Los países con menor libertad económica presentan restricciones en los derechos de propiedad, ineficacia judicial, falta de integridad gubernamental, alta carga tributaria y un gasto público excesivo, lo que genera grandes déficits e inestabilidad monetaria. Es decir, cuando un gobierno interviene en la economía, se deja de lado la gobernanza y prevalecen los intereses políticos, afectando negativamente a los empresarios y, en consecuencia, a todos los trabajadores. De este modo, la economía de estos países entra en colapso, ya que el gasto desmedido del gobierno provoca inflación debido a la emisión excesiva de dinero en circulación, generando burbujas y ciclos económicos, causados principalmente por la falta de una gestión gubernamental eficiente.
Por lo tanto, los países con mayor libertad económica son aquellos donde el gobierno interviene menos en la economía. Por el contrario, estos gobiernos fomentan un entorno empresarial favorable, manteniendo el mercado lo más libre posible para que funcione de manera eficiente. En estos casos, la gestión gubernamental prioriza el desarrollo empresarial en beneficio del bienestar colectivo, generando más riqueza y prosperidad.
¿Cuál Corea es más próspera, la del Sur o la del Norte? ¿Por qué? Cuando cayó el Muro de Berlín en Alemania, ¿qué lado era más rico? ¿Por qué? ¿Cuál nación es más próspera en América del Sur, Chile o Venezuela? Estoy seguro de que todos saben responder estas preguntas, y también por qué. La respuesta es simple: las naciones más prósperas son aquellas donde los empresarios pueden operar libremente, sin un gobierno que imponga reglas excesivas sobre la actividad empresarial, promoviendo así el bienestar y la prosperidad para todos los que viven en ellas.
La expansión de la libertad económica a través de la gobernanza y reformas estructurales basadas en el libre mercado es el camino hacia la prosperidad, tal como se evidenció bajo los gobiernos de Margaret Thatcher en el Reino Unido, Ronald Reagan en los Estados Unidos de América y Deng Xiaoping en China. Este último transformó a China en el milagro económico del siglo pasado, sacando a miles de chinos del hambre y la miseria que sufrían bajo el régimen socialista de Mao Zedong. Se implementaron reformas profundas en el sistema de gestión gubernamental, se establecieron impuestos bajos y se promovió una economía con menor regulación, convirtiendo a varias ciudades chinas en destinos más atractivos para el capital extranjero. Así, lugares como Hong Kong, Macao, Shenzhen y Shanghái, entre otros, fueron designados como zonas económicas especiales, lo que permitió que experimentaran cómo el libre mercado puede impactar en la prosperidad nacional.
Por lo tanto, cuando un gobierno se basa en la buena gobernanza de un país, el Estado pasa a desempeñar un papel en la estructuración orientado al crecimiento económico y no a la redistribución (creyendo erróneamente que así resolverá los problemas sociales del país). Una nación rica entiende que el exceso de libertad económica no genera ningún problema; al contrario, las actividades empresariales crean valor para toda la sociedad, beneficiando la lógica del mercado que recompensa a quienes satisfacen las necesidades de muchos consumidores. Sin embargo, cuando los políticos sostienen promesas de bienestar social, aumento de beneficios y esquemas de redistribución, no están pensando en reformas pro mercado, sino en garantizar la victoria en las próximas elecciones a cualquier costo.
Doctorado en Economía por la Universidad de Salamanca (España), maestría en Administración de Negocios por la Universidad de Santa Maria (Brasil) y Licenciado en Administración por la Universidad de Cruz Alta (Brasil). Es profesor de ciencias económicas, finanzas y gestión de negocios en varios institutos de educación superior en Brasil. Es director de la firma Kruel Consultoria LTDA, con amplia experiencia en proyectos financieros y de desarrollo sectorial.