El desafío de OpenAI para 2030 y la carrera por 220 millones de usuarios de pago

Eje Global

OpenAI lanzó recientemente una proyección que, a primera vista, parece desmesurada: para 2030, calcula que más de 220 millones de personas pagarán semanalmente por utilizar ChatGPT u otras herramientas desarrolladas por la compañía. Si la cifra se cumple, equivaldría a que una de cada 35 personas del planeta tendrá una suscripción a sus servicios. El dato impacta, pero adquiere otra dimensión cuando se analiza el modelo de negocio que la empresa está consolidando.

En 2025, OpenAI ya no depende del acceso gratuito masivo que posicionó a ChatGPT como el software de crecimiento más rápido de la historia. Hoy opera con tres líneas de ingresos claramente diferenciadas. La primera son los planes de suscripción —desde usuarios individuales hasta grandes corporaciones— que pagan por rendimiento superior, mayor capacidad y funciones avanzadas. La segunda, las APIs, un sistema que permite a miles de empresas integrar inteligencia artificial en sus plataformas, aplicaciones o servicios financieros. La tercera proviene de contratos empresariales de gran escala, un segmento dominado por firmas como Microsoft, Apple, bancos globales, aseguradoras y multinacionales que pagan millones al año por soluciones personalizadas.

La apuesta de OpenAI es clara: hacia 2030, la mayor parte de sus ingresos vendrá del sector corporativo. La lógica es contundente. Para una empresa, una herramienta capaz de automatizar tareas, acelerar procesos o reducir costos de personal vale mucho más que los 20 dólares mensuales que paga un usuario individual. La inteligencia artificial, además, avanza hacia funciones cada vez más integradas en el mundo laboral: desde redacción automatizada hasta análisis jurídico, soporte médico, capacitación, programación o gestión administrativa.

Aun así, la cifra de 220 millones de suscriptores plantea dudas. Por un lado, la empresa parte de una base sólida: más de 400 millones de personas utilizan ChatGPT semanalmente, lo que significa que convertir apenas una porción de esa masa de usuarios podría acercar la meta. A esto se suma que los costos de acceso a modelos avanzados han caído de forma constante, lo que abre la puerta a pequeños negocios, freelancers y sectores profesionales que antes no podían costear estas tecnologías.

Pero la proyección también enfrenta obstáculos. La industria vive una competencia feroz. Google avanza con Gemini, Anthropic con Claude, Meta con Llama y xAI con Grok. Algunas alternativas son gratuitas, otras más económicas o mejor integradas a dispositivos personales. Además, los usuarios comienzan a mostrar fatiga ante la proliferación de suscripciones digitales. Y, en gran parte del mundo, los niveles de ingreso dificultan pensar en una adopción masiva de pagos recurrentes.

Si OpenAI logra llegar a los 220 millones de suscriptores —y si cada uno pagara un promedio conservador de 10 dólares al mes— sus ingresos por suscripciones superarían los 26 mil millones de dólares anuales. Sumado a los contratos empresariales de gran escala, la compañía podría ubicarse fácilmente por encima de los 100 mil millones de dólares en ingresos para 2030, entrando al nivel de gigantes consolidados del entretenimiento y la tecnología.

La gran pregunta es si la inteligencia artificial será, efectivamente, un servicio tan indispensable como lo es hoy el teléfono inteligente o el acceso a internet. Si así ocurre, la proyección no solo es posible, sino insuficiente. Si no, la competencia tendrá espacio para erosionar el dominio de OpenAI.

Por ahora, la tendencia parece favorable. Las empresas están adoptando IA generativa a un ritmo acelerado, y millones de personas descubren que su productividad mejora de forma significativa. La década dirá si la ambición de OpenAI se convierte en realidad o queda como una de las grandes sobreestimaciones tecnológicas del siglo.

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