El sueño progresista de Mamdani: ¿triunfo o trampa para Nueva York?

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Zohran Mamdani, asambleísta estatal de 34 años y demócrata socialista, fue el ganador de la alcaldía de Nueva York tras obtener el 50.4 % de los votos, superando por nueve puntos al exgobernador Andrew Cuomo —quien se presentó como independiente tras perder la primaria demócrata— y dejando atrás al republicano Curtis Sliwa, que apenas alcanzó el 7 %. Con más de dos millones de votantes, la mayor participación desde 1969, la elección marca un momento histórico: Mamdani se convierte en el primer alcalde musulmán y de ascendencia surasiática de la ciudad. Su triunfo simboliza el deseo de cambio en una metrópolis que enfrenta una crisis de vivienda y un costo de vida cada vez más asfixiante. Sin embargo, también despierta inquietud por las políticas radicales que promete implementar, cuyas consecuencias podrían ser más complejas de lo que su discurso sugiere.

Su campaña se centró en un mensaje claro: hacer que Nueva York vuelva a ser una ciudad asequible. Mamdani propuso congelar los alquileres en viviendas con renta controlada, ofrecer transporte público gratuito y ampliar el cuidado infantil universal, financiado mediante impuestos a millonarios y corporaciones. Este discurso resonó con fuerza entre los votantes jóvenes y trabajadores, especialmente en barrios como Queens y el Bronx, donde obtuvo márgenes históricos. Su carisma en redes sociales, el respaldo de figuras como Alexandria Ocasio-Cortez y una red de voluntarios sin precedentes consolidaron una base progresista decidida a desafiar el statu quo tras los escándalos que debilitaron al alcalde Eric Adams.

La derrota del republicano Curtis Sliwa reflejó la fragilidad estructural del Partido Republicano en una ciudad abrumadoramente demócrata. Sliwa, activista anticrimen y fundador de los Guardian Angels, repitió su candidatura de 2021 con una plataforma centrada en seguridad pública y derechos animales, sin lograr entusiasmo ni cohesión entre los votantes conservadores. En un año marcado por el cierre parcial del gobierno federal y la ausencia de Donald Trump en la boleta, el electorado republicano se mostró apático. Aunque Sliwa intentó advertir sobre los riesgos del “socialismo” de Mamdani, fue Cuomo quien capitalizó la mayoría del voto moderado y de derecha, erosionando aún más su base. Para los republicanos, la lección es clara: la polarización nacional no basta para competir en Nueva York; se necesitan candidatos capaces de trascender el nicho ideológico.

Sin embargo, su verdadero desafío comienza ahora. Gobernar una ciudad es muy distinto a inspirarla desde la tribuna. Mamdani hereda una metrópolis con un déficit creciente, una economía pospandemia aún inestable y una crisis habitacional crónica. Su promesa de congelar los alquileres en viviendas con control de precios puede ser popular a corto plazo, pero los especialistas advierten que corre el riesgo de producir el efecto contrario: frenar la construcción de nuevas unidades, deteriorar el parque habitacional y perpetuar un sistema donde unos pocos se benefician de rentas artificialmente bajas mientras miles quedan fuera del mercado. El resultado sería un espejismo de justicia social sostenido sobre un mercado distorsionado y una inversión inmobiliaria paralizada. Nueva York podría terminar repitiendo el patrón clásico del intervencionismo urbano: alivio inmediato, escasez crónica y descontento generalizado.

Las demás promesas tampoco están exentas de riesgos. El transporte público gratuito, aunque atractivo para reducir emisiones y aliviar el gasto familiar, implicaría un costo fiscal que podría superar los 6 mil millones de dólares anuales en subsidios, presionando un presupuesto municipal ya comprometido. Analistas advierten que, sin ingresos por tarifas, el mantenimiento y la frecuencia del servicio podrían deteriorarse, reproduciendo los problemas que el plan pretende resolver. La expansión del cuidado infantil universal enfrenta obstáculos similares: aunque popular entre las familias jóvenes, requeriría una infraestructura y un financiamiento que aún no existen. Para muchos economistas urbanos, la dificultad no radica en la intención progresista, sino en la sostenibilidad fiscal.

El componente más polémico de su agenda es la reforma en justicia penal, orientada a reducir encarcelamientos y promover la reinserción. Aunque datos del Departamento de Justicia muestran que programas bien estructurados disminuyen la reincidencia hasta en 37 %, la experiencia en otros estados sugiere que, sin supervisión ni inversión social complementaria, puede aumentar la percepción de impunidad. En una ciudad con tensiones raciales y desigualdades históricas, cualquier repunte del crimen podría erosionar rápidamente la legitimidad de su administración.

Para los republicanos, la victoria de Mamdani representa una oportunidad de oro. Más allá del discurso ideológico, su ascenso puede servir como efecto demostración (demonstration effect) para reforzar la narrativa que Donald Trump ha impulsado desde 2016: la advertencia de que las políticas progresistas conducen al caos urbano, al deterioro de los servicios y a la inseguridad. El presidente ya lo ha calificado de “comunista”, y estrategas del Partido Republicano lo ven como un ejemplo que pueden exhibir en los suburbios y estados bisagra: “Miren lo que pasa cuando gobiernan los socialistas”. Ed Cox, presidente del GOP neoyorquino, lo describió como “el nuevo rostro del Partido Demócrata”, y el Comité Nacional Republicano de Campaña (NRCC) planea usar su gestión como argumento en los anuncios de 2026 para asociar al partido con políticas percibidas como radicales. Además, los republicanos podrían aprovechar su victoria para reabrir el debate sobre la dependencia fiscal de las grandes ciudades progresistas, recordando que Nueva York recibe 7.4 mil millones de dólares anuales en fondos federales, equivalentes al 6.4 % de su presupuesto operativo para 2026, insinuando que Washington no debería financiar “experimentos ideológicos”. En otras palabras, el triunfo de Mamdani ofrece a Trump y a su movimiento un caso tangible para decir a los votantes: “Se los advertí.”

En última instancia, la alcaldía de Mamdani encarna un dilema profundo para la política estadounidense: ¿puede el idealismo progresista transformar una ciudad fracturada sin desatar nuevas inestabilidades? Nueva York, con su diversidad y su historia de resiliencia, será el laboratorio. Su mandato, que inicia en enero, pondrá a prueba no solo sus promesas, sino también la capacidad del progresismo para gobernar sin romper el equilibrio entre justicia social y viabilidad económica. En una nación polarizada, donde la esperanza suele enfrentarse con la evidencia, el futuro de la Gran Manzana podría anticipar el pulso de la democracia estadounidense.

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Director General at  | ceo@eje-global.com | Website |  + posts

Consultor y analista data-driven. Egresado de la licenciatura en Ciencias Políticas por la Universidad de Los Andes (Venezuela), del Máster en Gestión Pública de la Universidad Complutense de Madrid (España) y de la Maestría en Política y Gestión Pública del ITESO (México). Fue Director Editorial de la revista Capital Político. Actualmente es Director General de la agencia Politics & Government Consulting y CEO de la revista Eje Global en la ciudad de Miami, Estados Unidos de América.

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