
“Escribir es tratar de entender, es tratar de reproducir lo irreproducible”, Clarice Lispector.
Hablar sobre abuso sexual infantil es incómodo porque nos resulta inconcebible que haya personas capaces de causarle daño a un inocente o porque también hemos sido víctimas, y no podemos o no queremos tocar el tema.
Si fuiste víctima de abuso, al menos durante la infancia, no estás solo. En México cada día una niña, niño o un adolescente es víctima de abuso sexual en su institución educativa, sin considerar lo que se vive en casa o en la calle. Al menos 7 de cada 10 agresores son familiares de las víctimas, en su mayoría son tíos y primos, responsables de 4 de cada 10 casos.
De acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE 2024), 95.1% de los delitos sexuales no se denuncia. Entonces, con cifras oficiales, estamos conociendo casi nada.
¿Cómo dimensionamos el tamaño real del problema? Es la pregunta que plantea Renata Díaz Barreiro, investigadora del Early Institute “no solo es un tema penal, también es un problema de salud pública. De acuerdo con la Secretaría de Salud, en 2023, 9 mil 822 niñas, niños y adolescentes acudieron a una unidad médica por violencia sexual, lo que equivale a 27 cada día. Entonces, tenemos alrededor de 35 mil casos llegando a ministerios públicos y 10 mil a hospitales”.
Alarmante, por donde se vea.
Apenas diez años tiene la menor que hace unos días fue rescatada de un auto hotel en Monterrey, Nuevo León, donde un hombre de 32 años la había llevado con engaños para estar a solas con ella. El personal del hotel avisó a la policía cuando se percató de la situación y así lograron evitar el presunto (a todas luces) intento de abuso.
Un militar en activo de Cozumel, Quintana Roo si atacó a una niña de 9 años. Versiones indican que la menor vendía botanas cerca de la base militar donde el sujeto se acercó a ella, la subió a una moto, la llevó a su vivienda dentro de la base militar, le presentó a sus hijas también menores de edad y luego se la llevó a un lugar solitario donde la agredió sexualmente. De acuerdo a lo que reportan los medios el agresor arrojó a la niña del vehículo aún en movimiento cuando se supo descubierto. Hoy el caso ha causado indignación por el hecho en sí y por la falta de empatía de las autoridades al ofrecerle útiles escolares para resarcir el daño y también por revictimizar a la menor, el alcalde de Cozumel culpó a los padres de dejarla sola en lugar de condenar el delito del presunto culpable.
Un trabajador de servicios municipales de Celaya, Guanajuato también concretó su crimen, abusando de un niño de 12 años en plena vía pública, su abuela lo descubrió y pidió ayuda, el sujeto fue detenido y presentado ante las autoridades.
Un entrenador de futbol de 40 años de edad, en la capital de San Luis Potosí, fue sorprendido por policías con una menor de edad en su automóvil. La niña de 12 años de edad y su hermana eran sus alumnas. El agresor fue detenido.
Todas estas historias ocurrieron en solo una semana en el país donde la presidenta Claudia Sheinbaum dijo hace unos días durante su primer informe, que vamos muy bien y que vamos a ir mejor, pero los números hablan de que vamos andando un camino donde los niños no cuentan porque no dan votos y lo innombrable sigue ocurriendo ante los ojos de todos.
Las historias reales contadas líneas arriba confirman las estadísticas: los abusos de niñas y niños de entre los 8 y los 12 años representan el 27.39% de los delitos sexuales cometidos contra menores en nuestro país. Aunque el mayor número de delitos se da contra menores de 6 a 8 años de edad con el 36.21%, seguidos de niñas y niños de 3 y 6 años con 34.52% y los menores de 0 a 3 años con el 1.88%, de acuerdo con la información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Niñas y niños son víctimas, pero en el caso de rapto, trata de personas y corrupción de menores son las niñas de 0 a 17 años de edad quienes más la padecen según lo difundido por la Red por los Derechos de la Infancia. También en la primera semana de septiembre, un par de menores lograron escapar de un intento de secuestro en plena calle en la ciudad de Aguascalientes y todo quedó registrado en video. La tolerancia al delito se viraliza, a la par de las imágenes.
El peligro no solo está en las calles. Los espacios que deberían ser seguros, empezando por el hogar, se estima que son los de mayor riesgo, pues de acuerdo a la información difundida a través de la exposición Infancias en silencio, la vivienda es el lugar en el que se presenta con mayor frecuencia el abuso sexual de menores: 75.2 % en el caso de niñas y 68% en el de niños.
La escuela también es un foco rojo, al menos cada día en México una niña, niño o adolescente sufre abuso sexual en su institución educativa. Solo en 2022 se registraron 500 casos de abuso sexual en planteles de educación básica en el país, según la muestra inaugurada este verano por el Museo Memoria y Tolerancia en la CDMX cuyo objetivo es visibilizar y prevenir la violencia contra las infancias.
Son numerosos los casos de abuso que se han registrado en guarderías, jardines de niños, primarias y secundarias. Lo preocupante, los atacantes son hombres y mujeres, incluyendo a trabajadoras de los centros educativos, cuidadoras, maestras, intendentes, entrenadores, directivos. No hay un estereotipo del abusador, pero si conductas que tiene en común.
Entre dichas conductas está el valerse de la posición de autoridad o superioridad para persuadir a los menores de que el abuso es algo normal o esperado y, a cambio de obsequios, favores o incluso muestras de afecto como atención, reconocimiento (hacerlos sentir especiales) o compañía buscan que la víctima tolere la agresión y guarde silencio.
“La o el abusador se aprovechará de la ingenuidad y la confianza propias de los menores de edad, así como de sus respuestas autónomas ante el peligro (“no dije no” o “dije sí”) y la manipulación para culpar y avergonzar a su víctima, generando la sensación de consentimiento, deseo o ausencia de oposición”, incluye en su relato la exhibición vigente hasta abril de 2026.
Y los entornos digitales no se quedan atrás. El grooming, cuando un adulto a través de una falsa identidad se gana la confianza de un menor para obtener imágenes o videos de connotación o actividad sexual, es uno de los riesgos a los que están expuestos los menores de entre los 6 y 11 años que pasan en promedio 3.2 horas en línea o los de 12 a 17 años que invierten 5.5 horas al día en el mundo virtual.
De acuerdo a la asociación mexicana Te Protejo, dedicada a impulsar y registrar el reporte de materiales de abuso sexual infantil (MASI) en línea en su primer año de operaciones registro más de 2 mil reportes de dicho material.
Algunas señales para detectar si una niña, niño o adolescente ha sufrido abuso sexual:
- Estados depresivos.
- Manifestaciones de deseo de muerte, intento de suicidio.
- Retrocesos en el lenguaje y en el comportamiento.
- Trastorno del sueño (terror nocturno, sueño agitado, insomnio o somnolencia excesiva).
- Notable disminución en el rendimiento escolar.
- Erotización de las relaciones de afecto, ajenas a su fase de desarrollo.
- Sociópatas (conductas antisociales, trastornos de conducta o práctica de infracciones).
- Lesiones en zonas genitales, además de moretones en otras partes del cuerpo, sangrado y dolor.
(Fuente: Infancias en silencio)
¿Qué podemos hacer por nuestras infancias? Estar alertas desde casa. Si miramos un poco hacia afuera la tragedia humana contra los niños en el mundo es devastadora: la hambruna que está matando a miles de niños en Gaza, la técnica de ablación que deja huellas de por vida en las niñas de la África Subsahariana, o las violentas restricciones del régimen talibán que están padeciendo las niñas afganas. Pero no, no hace falta mirar tan lejos, el problema que nos aqueja en casa puede tener consecuencias también devastadoras para quienes lo sufren: baja autoestima, ideas suicidas, trastorno de estrés postraumático, dolor crónico, limitaciones en el desarrollo cognitivo, entre otros.
La recomendación es simple: menos pantallas (y menos barreras), más conversación con nuestros hijos, nietos, sobrinos. El peligro está, aunque nos incomode, en nuestras cuatro paredes. Estemos atentos. Si sufrimos abuso, es momento de hablarlo y buscar ayuda. Si somos testigos de él, es nuestra obligación denunciarlo y poner a salvo a las víctimas, porque no, como reza la consigna, con los niños no. Porque ellos nos tienen solo a nosotros (los adultos) para protegerlos no para destruirlos.
Comunicadora con experiencia en periodismo, producción editorial, estrategia digital, relaciones públicas y comunicación social y política.
Ha colaborado para el Periódico AM, la Universidad de Guanajuato, el Gobierno del Estado de Guanajuato y el Partido Acción Nacional. Se ha desempeñado de manera independiente como fotógrafa, coach ontológico y asesora creativa.



