2 tipos de falacias vigentes

Hace poco escuché a un profesor universitario decir “una falacia es una mentira”, y después de recuperarme de la impresión, tuve la idea de redactar este artículo.

Pero, ¿qué es una falacia?

Podemos decir que una falacia es un argumento, una idea o una tesis lógica que pareciera válida, aunque no lo sea.

Nótese el concepto de aparente “argumento válido”, el cual es diametralmente opuesto a una mentira, pues esta sería una argumentación basada en una alteración de la realidad, la cual pudiera ser fácilmente reconocible. En cambio, la falacia no lo es.

Existen varios tipos de falacias que están muy presentes en el diseño discursivo actual, tanto en el ámbito político como en el comercial y social.

Hablemos de dos falacias en especial: la falacia ad baculum y la falacia ad populum.

En el primer caso, se trata de una falacia basada en una amenaza.

Sí, el argumento de peso de esta falacia es la consecuencia inmediata de no aceptarla tal y como se esboza.

Se llama “ad baculum” porque su cimiento se encuentra en la fuerza, y su nombre es una referencia al antiguo báculo de los ancianos; es decir, si contradicen el argumento, recibirán la fuerza del báculo sobre sí.

Ahora bien, podemos entender que esta falacia apela a la timidez, debilidad o al miedo de los pueblos ante el poder de quien esgrime la falacia.

No obstante, no confundamos los términos.

Pues una amenaza per se no puede considerarse una falacia. Cuando una amenaza es expresada categórica y directamente, y no está revestida de ningún argumento, entonces no puede considerarse una falacia.

En la actualidad, tenemos muchos ejemplos cotidianos de argumentos basados en la fuerza y uno muy cerca:

Caso Trump-Zelenski:

“Pero, o llegan a un acuerdo o nos retiramos. Y si nos retiramos, tendrán que luchar. No creo que sea bonito, pero tendrán que luchar. Pero no tienen las cartas en la mano. Una vez que firmemos este acuerdo, estarán en una posición mucho mejor. Pero no muestran ningún signo de gratitud. Y eso no es bueno. Honestamente, no es bueno”. —Donald Trump.

Aquí vemos que el presidente de los Estados Unidos deja ver que Ucrania perderá la guerra si no acepta las condiciones y acuerdos presentados por Washington.

Aquí vemos una amenaza intrínseca y una argumentación basada en la tesis de la fuerza, es decir, una falacia.

La fórmula, para asimilar esta falacia, es: A afirma X; A tiene poder sobre B; por lo tanto, X es cierto.

La siguiente es la falacia ad populum y significa un argumento apoyado en la creencia popular.

Es decir, “lo dice todo el mundo y tiene que ser verdad”.

Por lo general, esta falacia apela a los prejuicios existentes que, a su vez, incitan a los públicos a conformar opiniones y moldear comportamientos.

Las premisas ad populum se emplean con frecuencia con la intencionalidad de distraer la falta de pruebas sustanciales de una afirmación.

Esta falacia está fuertemente vinculada a varios sesgos cognitivos, los cuales describen la tendencia a confiar en la popularidad o el consenso como pilar argumentativo.

Entre los sesgos tenemos:

Efecto de arrastre: Se adoptan comportamientos o creencias porque otros hacen lo mismo, con la suposición de que la popularidad implica corrección.

Sesgo de demostración social: Se reconoce como “correcto” y “confiable” el comportamiento y las opiniones de los demás como guía para las propias acciones y creencias.

Sesgo de conformidad: La persona adapta su comportamiento y creencias a los de un grupo o mayoría, a menudo sin una evaluación crítica.

La falacia ad populum es una de las más esenciales en el análisis de la opinión pública y en la valorización de los factores sociales en la construcción de realidades socioculturales.

Un ejemplo: Todo el mundo dice que el restaurante X es bueno, debe de serlo.

Fórmula: Si muchos creen en X, entonces X debe ser verdad.

Como vemos, las falacias son parte de nuestro día a día y repercuten cuales estímulos en la formación de nuestras conductas, comportamientos y decisiones diarias.

Eje Global
jdionisioss55@gmail.com | + posts

Licenciado en Comunicacion Social por la Universidad Santa María (Venezuela), con especialización en Gobierno Abierto por la Organización de Estados Americanos (OEA). Fue responsable de prensa del candidato a la presidencia de Venezuela Manuel Rosales, ha sido asesor de campaña de varios candidatos, además de fungir como director de comunicación en alcaldías y gubernaturas. Así mismo fue asesor de la Asamblea Nacional de Venezuela en materia de Comunicación.