Bolivia en el laberinto electoral: una crisis política, social y económica sin salida clara

Bolivia se encuentra en una encrucijada política y económica de gran complejidad en este 2025, año de elecciones generales. El país enfrenta un panorama incierto, marcado por la fragmentación del Movimiento al Socialismo (MAS), una oposición desorientada y una crisis económica que se agrava con el tiempo. Todo ello en un contexto de desinformación, desprestigio de los actores políticos y una campaña electoral caracterizada por la guerra sucia.

El partido que ha dominado la política boliviana en las últimas décadas, el MAS, se encuentra fracturado en al menos tres facciones principales: los evistas, seguidores del expresidente Evo Morales; los arcistas, leales al actual mandatario Luis Arce; y los andriniquistas, un grupo emergente con aspiraciones propias dentro del oficialismo, conformado por seguidores de Andrónico Rodríguez, actual presidente de la Cámara de Senadores de Bolivia. Esta división interna debilita la candidatura del MAS y pone en riesgo su permanencia en el poder.

Evo Morales, a pesar de estar inhabilitado por el Tribunal Supremo Electoral, insiste en su intención de postularse, lo que ha generado aún más tensión dentro del partido. Su enfrentamiento con Arce ha derivado en acusaciones cruzadas y en una lucha por el control de la militancia del MAS, dejando una estructura partidaria debilitada y sin una línea clara de acción.

Mientras el oficialismo se fragmenta, la oposición no presenta un panorama más alentador. Lejos de consolidarse como una fuerza unificada, cada día surgen nuevos candidatos, lo que debilita las posibilidades de enfrentar con éxito al MAS en las elecciones. La ausencia de un bloque sólido ha llevado a que los liderazgos opositores se diluyan y a que la ciudadanía perciba un escenario de desorganización y oportunismo.

Las encuestas reflejan esta falta de cohesión. Sin una normativa clara del Órgano Electoral sobre los sondeos de opinión, muchas encuestas han sido cuestionadas y puestas en duda. La guerra sucia domina el escenario electoral con ataques entre candidatos, acusaciones de corrupción y el uso de la desinformación como arma política.

El todos contra todos se ha convertido en la norma de la actual campaña electoral. La desinformación circula con fuerza en redes sociales y medios digitales, alimentando un ambiente de incertidumbre y desconfianza en los actores políticos. Los ataques entre candidatos han erosionado la credibilidad de la clase política, dificultando aún más la elección de una opción confiable para el electorado.

El desprestigio de los principales aspirantes a la presidencia es evidente. Nadie parece estar exento de acusaciones, ya sea por corrupción, falta de liderazgo o ausencia de propuestas concretas. En este contexto, el ciudadano común se encuentra en un limbo político donde las opciones son pocas y poco alentadoras.

Mientras el país se sumerge en esta crisis política, la economía boliviana atraviesa uno de sus momentos más difíciles en los últimos años. La falta de divisas, el déficit fiscal y la inflación han llevado a un escenario donde cualquier nuevo gobierno tendrá que tomar medidas drásticas para estabilizar la situación.

Estas medidas, sin duda, serán impopulares y afectarán principalmente a los sectores más vulnerables de la sociedad. La eliminación de subsidios, el incremento de impuestos o la renegociación de la deuda externa son solo algunas de las opciones que podrían estar sobre la mesa. Sin embargo, cualquier intento de ajuste estructural enfrentará una fuerte resistencia de la ciudadanía y de sectores organizados, que podrían salir a las calles en protesta.

En este contexto de caos e incertidumbre, ha surgido la figura de Marcelo Claure, un empresario millonario que, hasta ahora, no había tenido una participación política activa en Bolivia. Claure, conocido por su vinculación con el club de fútbol Bolívar y su éxito en el mundo empresarial, ha presentado dos encuestas que buscan ordenar el panorama electoral.

Si bien su primera encuesta fue duramente criticada por errores metodológicos, la segunda ha sido mejor recibida. Su irrupción en el escenario político podría representar un intento de aglutinar a sectores descontentos con la política tradicional y ofrecer una alternativa más pragmática y empresarial al liderazgo del país. No obstante, su falta de experiencia en la política boliviana y el escepticismo sobre su verdadera conexión con la realidad del país podrían jugarle en contra.

A medida que avanza el calendario electoral, el panorama en Bolivia sigue siendo incierto. La fragmentación del MAS, la desorientación de la oposición, la falta de encuestas confiables y la crisis económica son elementos que hacen de estas elecciones unas de las más complejas en la historia reciente del país.

Independientemente de quién resulte ganador en las urnas, el próximo gobierno enfrentará desafíos monumentales. La estabilidad política y económica de Bolivia dependerá en gran medida de la capacidad de los nuevos líderes para tomar decisiones difíciles sin agravar aún más la situación.

En este contexto, la ciudadanía se enfrenta a una elección en la que la esperanza parece escasa y las certezas son pocas. Lo que suceda en los próximos meses marcará el rumbo del país en los años venideros.

Eje Global
+ posts

Licenciada en Ciencias de la Comunicación y MSc. en Marketing Político, es columnista especializada en temas de comunicación política y analista en este ámbito. Su experiencia incluye consultoría en transparencia electoral y participación como observadora internacional en procesos comiciales. Además, es socia de ACEIPOL, un espacio comprometido con la profesionalización de la política, desde donde impulsa estrategias innovadoras y análisis profundos sobre el panorama político contemporáneo.