Desarrollo de competencias en jóvenes para un mundo laboral global: cuáles, cómo y quiénes.

En las últimas décadas se han producido grandes transformaciones en el mundo laboral, que se manifiestan tanto en las modificaciones en los modelos productivos, en las estrategias de gestión y en las modalidades de trabajo. Asimismo, la globalización ha generado una mayor exigencia en la demanda, la complejización de los servicios y la doble necesidad de especialización e integración. En este contexto, el permanente y veloz desarrollo de nuevas tecnologías han impactado en nuevas formas de producción y nuevas maneras de interacción entre personas de una organización (Cravero y Conrero, 2018).

Por su parte, el enfoque de competencias ha significado ampliar las posibilidades de desarrollo de los perfiles profesionales para un mejor desempeño y una mayor satisfacción individual. Estas competencias están siendo revisadas y reinterpretadas de manera frecuente en relación con las posibilidades de incorporación y sostenimiento de los/as jóvenes, no sólo en el campo laboral, sino también para poder desenvolverse como ciudadanos y ciudadanas. Así, de manera cotidiana se interpela en diversos ámbitos cuáles son las competencias centrales que los/as jóvenes deberían desarrollar para potenciar su inserción en un mundo global. 

En relación con las demandas organizacionales en un mundo global, las organizaciones esperan que el aporte que realice un/a trabajador/a para alcanzar sus fines no sea el esfuerzo físico, o una determinada destreza para realizar una tarea específica, sino que su principal valor es su capacidad de pensar, analizar, encontrar soluciones a los problemas de manera creativa, es decir, generar valor. Por lo tanto, innovar y crear son la base para generar valor y diferenciarse entre competidores. De allí radica la importancia del desarrollo de competencias y, en ello, el/la actor/a fundamental es la persona.

Dentro de las organizaciones, las instituciones de educación superior juegan un rol central en el desarrollo de estas competencias. En este sentido se plantean estrategias de internacionalización de la educación superior, entendidas como “…las políticas y estrategias pedagógicas y curriculares, adoptadas por las universidades con la intención de aprovechar la globalización en beneficio de la calidad de sus funciones sustantivas de docencia, investigación y proyección o extensión social” (De Zan, Paipa y Parra, 2011:47). Estas políticas y estrategias también se entienden con la finalidad de mejorar la vida en sociedad: “…el proceso intencional de integrar una dimensión internacional, intercultural o global en los propósitos, funciones y entrega de la educación pos secundaria, con el objetivo de mejorar la calidad de la educación y la investigación para todos los estudiantes y funcionarios, y para hacer una contribución significativa a la sociedad” (Wit et al. 2015:281).

Los principales hallazgos en torno a potenciar el desarrollo de competencias en jóvenes para un mundo global, desde las organizaciones de educación superior, se centran en las siguientes premisas:

  • El desarrollo del perfil profesional transcurre en un entorno globalizado, multidisciplinar e interconectado.
  • A partir de innovaciones en las prácticas docentes, se pueden superar fronteras territoriales y fronteras sociales, lingüísticas y culturales, permitiendo además un acceso más democrático y equitativo al conocimiento.
  • La internacionalización permite desarrollar redes de intercambio de experiencias, contactos y aprendizajes, que pueden aportar a futuras oportunidades profesionales.
  • Es necesaria una intencionalidad de las prácticas para fomentar la internacionalización, ya que es muy difícil que suceda de manera espontánea.
  • Las competencias digitales deben desarrollarse en simultáneo para acompañar el proceso.
  • Hay un cierto consenso sobre un conjunto de competencias transversales, cuyo desarrollo es prioritario, especialmente en jóvenes. Estas competencias son la innovación, la flexibilidad, la resiliencia, el trabajo en equipo y la comunicación.

Dentro de estas competencias transversales, la competencia de la resiliencia requiere una mención especial, dada la mayor complejidad del contexto y de las organizaciones, lo cual lleva consigo el afrontar situaciones adversas con mayor frecuencia, y la necesidad de continuar operando en estas situaciones. La adversidad implica, entre otras cosas, las amenazas, los imprevistos, los cambios y los fracasos. 

La competencia de la resiliencia en jóvenes les aporta la capacidad de mantener una actitud positiva frente a situaciones adversas, proponiendo acciones que permitan superar estas adversidades, a partir de lo aprendido en el proceso. Es decir, que la resiliencia no sólo refiere a poder sobreponerse, sino que además se genere un aprendizaje en relación con lo ocurrido, para poder luego producir mejores actuaciones en adversidades futuras. 

Finalmente, ninguno de estos desafíos será posible de abordar si no hay un compromiso genuino, y que de alguna manera exceda el corto plazo, por parte de cada joven en relación con su propio desarrollo y con la construcción de una sociedad más inclusiva y colaborativa para la solución de los problemas comunes.

Sofía Conrero
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Más de 25 años de experiencia en consultoría de talento humano en diversas organizaciones, tanto del sector público, privado y de la sociedad civil, a nivel local, nacional e internacional. Licenciada en Ciencia Política por la Universidad Católica de Córdoba, Argentina. Máster en Gestión Pública por la Universitat Pompeu Fabra / ESADE, España. Socia y consultora de Cravero&Conrero. Especializada en procesos de desarrollo organizacional y de talentos, liderazgo y gobernanza del riesgo de desastres. Investigadora y profesora de la Universidad Católica de Córdoba y de la Universidad Nacional de Córdoba. Co-autora de los libros: “El talento humano en las organizaciones. Claves para potenciar su desarrollo" (EDUCC, 2018) y "La política del riesgo. Constricción social, liderazgo y comunicación" (La Crujía, 2022).