
Rolf Dobelli (2013), en El arte de pensar (2011), destaca más de cincuenta errores de lógica que generalmente cometen muchas personas, incluso algunos directores ejecutivos, doctores (PhD), políticos, asesores y expertos temáticos, entre los que me cuento. Los estudios de psicología social y cognitiva señalan que los errores de lógica son desviaciones sistemáticas respecto de la racionalidad de los pensamientos y comportamientos óptimos, lógicos y sensatos. Dobelli argumenta que la palabra “sistemática” es importante porque solemos equivocarnos en la misma dirección: sobrevaloramos nuestros conocimientos con más frecuencia de lo que los infravaloramos. […] Destaca que “el conocimiento de los errores de lógica me convirtió en alguien más sereno y sensato”. En otras palabras, reconocer a tiempo nuestros propios errores de lógica podría evitarlos antes de que causen graves perjuicios y prejuicios.
Una gran pregunta política explicativa, de tipo antropológico, sociológico e histórico, que podríamos hacernos los latinoamericanos hoy es: ¿Qué causas o principios explican la violencia política? En los casos colombiano y mexicano, pareciera que la historia se repite una y otra vez, de manera sistemática. Desde la independencia, con el enfrentamiento entre Bolívar y Santander, los asesinatos de contradictores políticos han sido el recurso más efectivo, junto con la mentira, la difamación y el señalamiento sin pruebas jurídicamente vinculantes. Esta situación representa uno de los errores más nefastos, porque no solo afectan al contrario intelectual, sino que terminan afectando a toda la sociedad en su conjunto y, por supuesto, a la ciencia política, su organización y su engranaje democrático y participativo.
En el caso de México, en mayo del presente año, en Michoacán, las autoridades detuvieron a 17 personas, de las cuales diez resultaron ser exmilitares colombianos vinculados a cárteles del narcotráfico. Lo realmente interesante, con tintes de errores de lógica, es la explicación de algunos analistas “expertos en seguridad o política” que consideran que esto se debe a “la disminución del presupuesto militar y el desarme de la guerrilla de las FARC en 2017”. No es suficiente, señores. A esto se debe sumar el asesinato del presidente de Haití, la contratación por parte del gobierno de Ucrania de mercenarios colombianos para su guerra contra Rusia. También se ha denunciado la participación de mercenarios colombianos en Afganistán, Yemen e Irak. El motivo real no es otro que el factor dinero y su decisión individual de ir por él, y no el casus belli o motivo para la guerra en términos de Estado. Es decir, no importa la vida ni el personaje, mientras haya quien pague el motivo, la estrategia o la verdad incómoda (leitmotiv).
En ciencia política, el análisis debe considerar el sentido más amplio, que reúne el conocimiento teórico de la política y la filosofía. Aristóteles (384–322 a.C.) y Maquiavelo (1469–1527) son considerados padres de la ciencia política, fortalecida posteriormente con los aportes de Platón, Cicerón, Thomas Hobbes, Jean-Jacques Rousseau, James Madison, Alexis de Tocqueville, John Stuart Mill, Max Weber, entre otros. La investigación empírica se orienta al análisis de fenómenos políticos concretos, como la violencia política o conflictos internacionales como las guerras que estamos observando con total impunidad y permisividad, como seres humanos supuestamente ilustrados pero ajenos a sus efectos y consecuencias.
Los analistas contemporáneos prestan más atención a los fenómenos políticos reales y tratan de explicar sus causas y consecuencias de manera lógica, sistemática y empíricamente contrastable. De esta manera, se evita caer una y otra vez en opiniones prejuiciosas o en estrategias mediáticas ancladas en sesgos o ideologías personales o grupales, que buscan favorecer o descalificar al contrario. Por ello, el uso sistemático de narrativas o discursos cargados de prejuicios, mentiras y opiniones emocionales solo sirve para la contratación monetaria de sicarios o jóvenes necesitados y analfabetas políticos, que terminan cometiendo atentados y asesinatos premeditados y bien planificados por grupos de opositores a gobiernos o plataformas que no les son afines o útiles a sus intereses económicos o partidistas.
La historia está cargada de eventos y hechos sobre el modus operandi, es decir, la forma característica en que cada cual actúa, normalmente referido a malhechores que abundan y se multiplican en cada calle de pueblos y ciudades porque no hay educación de alta calidad, ni empleos dignos, bien remunerados o atractivos, ni sistemas de seguridad social que les presten atención básica. Hay demasiados opinadores irresponsables en redes sociales que no miden sus palabras ni sus consecuencias. Eso no es ciencia política: es un simple acto de circo o televisión que termina desviando la opinión pública electoral del más calificado y moralmente correcto.
En Colombia, Antonio José de Sucre (Mariscal de Ayacucho) fue uno de los primeros precandidatos presidenciales eliminados. Fue asesinado de un disparo en el pecho el 4 de junio de 1830 por el coronel Apolinar Morillo, en un crimen orquestado por un clan político liderado por José María Obando y José Hilario López, contrarios a la idea bolivariana de la Gran Colombia. El mismo Simón Bolívar también tuvo que huir de su casaquinta en Bogotá ante un intento de asesinato o magnicidio, atribuible al clan político del general Santander. Históricamente, siguen muchos asesinatos e intentos fallidos originados en el odio, la incapacidad y la intolerancia frente al pensamiento político y los modelos de Estado que favorezcan al individuo, al statu quo o a la colectividad social de la cual se haga parte.
Jorge Eliécer Gaitán, proclamado candidato liberal con ideas socialistas a la presidencia de la República, fue asesinado el 9 de abril de 1948, originando la inestabilidad política y la violencia partidista (El Bogotazo y La Violencia —los “pájaros” o sicarios despiadados—), que explican gran parte de los atentados y asesinatos políticos posteriores, vinculados a negocios legales e ilegales, usurpación de tierras del Estado y también a la competencia interna, incluso entre sus mismas colectividades políticas, por alcanzar la presidencia de la República o cargos de elección popular. Y esto no terminará mientras haya quienes los planifiquen, ordenen y paguen.
Según el columnista del diario El Tiempo, Jorge Meléndez (2021), se destacan los siguientes crímenes:
“Las mafias allegadas al narcotráfico, la guerrilla y las alianzas de sectores políticos y funcionarios del Estado fueron los responsables hace algunos años de los asesinatos de varios aspirantes presidenciales de diferentes partidos. En el listado de candidatos asesinados hay del liberalismo, de la Unión Patriótica (UP), del M-19 y un conservador. Si bien no todos fueron asesinados en el marco de las campañas políticas, la gran mayoría sí. Jaime Pardo Leal fue un candidato presidencial de la UP que fue asesinado el 11 de octubre de 1987.
Luego, en las elecciones presidenciales de 1990, fue muerto Bernardo Jaramillo Ossa, también candidato de la UP. Fue asesinado en el aeropuerto El Dorado, de Bogotá, por un sicario de 16 años. Del hecho se señaló al narcotraficante Pablo Escobar. Ese mismo año se perpetró en Soacha, Cundinamarca, un atentado mortal contra el candidato Luis Carlos Galán, quien se perfilaba como el más posible ganador de la contienda electoral. En su crimen terminaron involucrados mafias del narcotráfico, asociadas con dirigentes políticos y agentes del Estado.También en 1990 fue asesinado Carlos Pizarro Leongómez, uno de los líderes del movimiento guerrillero M-19, quien acababa de firmar un acuerdo de paz con el Gobierno. En 1995 fue asesinado Álvaro Gómez Hurtado, del Movimiento de Salvación Nacional, quien fue aspirante presidencial en tres ocasiones. Resultó muerto en un atentado el 2 de noviembre de 1995, en Bogotá. Las FARC aseguraron hace poco que estuvieron involucradas en su crimen.” (Meléndez, 2021).
Así que lo que hoy tristemente se repite en Colombia y algunos países vecinos son registros de más asesinatos selectivos y masacres. Es el renacimiento de estrategias malévolas y asesinas, diseñadas con argumentos y tecnicismos jurídicos conservadores para sacar del ruedo político a los contradictores u opositores con ideas innovadoras que podrían intentar cambiar la historia y el sistema en beneficio general. La diversidad de opiniones políticas es la cuna de la democracia participativa y del Estado social de derecho, pero exige neutralidad de valores como principios fundamentales de la ciencia política. No por haber sido presidente, empresario, funcionario público, fiscal, procurador o político tienes la razón, porque las circunstancias de modo, tiempo y lugar cambian todo el tiempo.
El Estado de derecho no debe reducirse solo a su versión básica gendarme, policial o de justicia, porque sencillamente castra las ideas de libertad con responsabilidad social y ambiental, aspectos que tienen como eje el respeto a la vida en todas sus formas y expresiones, incluidas las ideas políticas y el desarrollo en investigación, ciencias y tecnologías. Girar en torno al dios dinero, al corporativismo o a la extravagancia material no trae sino consecuencias negativas que, tarde o temprano, se pagan social y ambientalmente con lo más preciado que tiene el ser humano: la dignidad, la vida y la libertad de expresión y de escogencia.
Finalizo con estas expresiones en latín: Memento mori: “Recuerda que vas a morir”; Carpe diem: “Aprovecha el día/momento”; Amor vincit omnia: “El amor todo lo vence”; A posteriori: Conclusión o conocimiento obtenido como consecuencia de la experiencia; A priori: Conocimiento o creencia previa, que no se basa en una experiencia real (“No lo juzgues a priori. Parece muy insolente, pero en realidad solo necesita cariño”). Abre tu mente, abre tu corazón y no alimentes odios. Vive en paz y deja vivir. Respeta la vida.
Profesor Asociado e Investigador en la Escuela Superior de Administración Pública – ESAP, institución de carácter universitario superior del nivel nacional del Estado colombiano. Temas y líneas de investigación relacionados con Ciencia Política, Estado, Gobierno, Administración Pública, Gerencia Pública, Políticas Públicas, Técnicas de Análisis Espacial y Geopolítica, Innovación y análisis organizacional, Gestión ambiental, Responsabilidad Social Empresarial, entre otros. He sido columnista de opinión política en revista Capital Político, conferencista, consultor y asesor de empresas e instituciones en sistemas de gestión de la calidad (ISO) y modelos de excelencia (EFQM), evaluador del Premio Nacional a la Calidad (Icontec). Profesor y catedrático en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Colombia (UN - Bogotá), Fundación Universitaria San Martín (FUSM-Bogotá). Jubilado del Grupo Energía de Bogotá S.A. ESP. Doctorando en Política y Gobierno en la Pontificia Universidad Católica de Córdoba (Argentina); Magister en Estrategia y Geopolítica de la Escuela Superior de Guerra, y Especialista en Responsabilidad Social Empresarial de Universidad Externado de Colombia y Columbia University New York; Especialista en Gobierno Municipal de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá).