Los neopopulismos y la homogeneidad del pensar

La sociedad contemporánea en cuanto altamente compleja y en proceso de diferenciación creciente se problematiza en su propia descripción. Por ello, se vuelve altamente significativo el tipo de descripciones – entendida como perspectivismos teóricos -con que contamos para observar tales complejidades. 

Desde hace bastante tiempo, se viene planteado desde distintas arquitecturas teóricas avanzadas que muchas descripciones contemporáneas carecen de una concepción global de la sociedad. La consecuencia de ello sería que las ciencias sociales en general, y la política, en particular, no cuentan con los dispositivos adecuados para lograr una capacidad explicativa que observe y reduzcan la complejidad social, sus paradojas y contradicciones. Vale decir, tendrían serias debilidades para abordar temáticas temas contemporáneos como el cambio climático, el terrorismo, la soledad, nuevos tipos de disensos y de conflictividad social, políticos, los neopopulismos, la cuarta revolución industrial, entre otros, mediante el empleo de encuadres teóricos y metodológicos tradicionales.

Uno de los aspectos fundamentales del debate teórico- metodológico en las ciencias sociales es la ambivalencia y la peculiaridad policéntrica de las sociedades actuales y sus efectos en los sujetos. Una sociedad moderna sin centro como propuso hace unos años el sociólogo alemán N. Luhmann, supondría una diferenciación en sistemas funcionales, donde la integración de la sociedad ya no sería al todo, sino a alguna parte de la sociedad. 

Así planteado, se conmocionan diversas bases de apoyo de los sistemas tradicionales de la observación de las sociedades y sus dinámicas sociales y políticas. Recordemos que parte importante de la semántica modernizadora de la política se configura en la pretensión de la cohesión y del consenso social como eje y centro de la integración y articulación societal. Sin embargo, Al poner el acento en la diferenciación de la sociedad, ésta se establece sobre las bases de la asimetría y desigualdad, y, por tanto, la semántica autodescriptiva de la sociedad se vuelve más compleja, tensionando a los enfoques clásicos que sostienen una suerte de compulsión por el consenso como factor crítico para lograr gobernar la sociedad.

Al aceptar que la complejidad social se observa desde la diferencia, reconocemos que la pluralidad es una contingencia esencial y que  el desafío es lograr una vida social que asume el conflicto y el disenso como elementos sustantivos de una modernidad compleja y con altos niveles de incertidumbre. Reconocer y valorar el disenso es reconocer la pluralidad sistémica que emerge de sociedades diferenciadas en funciones.

Al respecto, el destacado politólogo Daniel Innerarity  (2020 )sostenía que los  sistemas políticos no están siendo capaces de gestionar la creciente complejidad del mundo y son impotentes ante quienes ofrecen una simplificación tranquilizadora. La política, que opera actualmente en entornos de elevada complejidad, no ha encontrado todavía su teoría democrática.   Insistimos que si la sociedad ha cambiado – aumento de complejidad – entonces como podemos comprender el emerger de nuevos temas/ problemas con categorías de análisis solio – políticos envejecidos.

Parte importante de los programas políticos latinoamericanos siguen viendo al Estado como el eje- centro articulador del sistema social y configuran sus semánticas modernizadoras desde el principio de la existencia de una integración social deseable y posible. La recursividad discursiva se alimenta a partir de las promesas de inclusión inconclusas, las que deben ser resuelta con más estado y mayor centralidad de las decisiones políticas.

Los neopopulismos que hoy observamos en la región y sus programas de gobiernos que ofertan como transformadores, se construyen como discursos mesiánicos que invalidan el pluralismo y el disenso característico de sociedades que experimentan aumento de complejidad. La diferenciación se asoma como algo disruptivo que tenta contra los intereses de las supuestas mayorías que los respaldan.

del mundo.

No es sorprende, que el despliegue de un discurso único vaya acompañado limitaciones importantes al ejercicio de la libertad de expresión y marcadas señales de predisposiciones autoritarias de sus liderazgos. 

La destacada investigadora Karen Stenner –psicóloga del comportamiento–, nos ha ilustrado con el concepto predisposiciones autoritarias con el cual quiere significar que el autoritarismo no es político, más bien es una suerte de estructura mental que atrae a personas que tienen dificultades con la complejidad. Predisposiciones que inclinan a las personas a sostener creencias y actitudes que maximizan la homogeneidad al minimizar la diversidad de personas, creencias y comportamientos.  Lo que hacen es premiar la uniformidad y castigan la diferencia. Por ello, es notable la presencia creciente de una suerte de profetas de las transformaciones, que al pregonar delirantemente sobre la igualdad, en forma paradojal reaccionan autoritariamente al primer indicio de disenso sobre las posiciones de moda, y lo hacen con limitaciones a la libertad de expresión, cancelaciones en las aulas universitarias, parlamento, medios de comunicación, redes sociales y en la cotidianeidad.

Este neopopulismo, que tiene diversos rostros en el mundo –y qué decir en América Latina– se sustenta en construcciones de poder que aparentemente ofrecen seguridad. En realidad, no solo van reduciendo los espacios de libertad, las reglas de la democracia y borrando el sentido de los otros.  La promesa de la seguridad, unidad y cohesión logran buenos dividendos políticos en una ciudadanía que vive desconcertada frente a las incertezas, conflictividades inacabadas y miedos sociales.En nuestras sociedades de abundantes incertidumbres y riesgos, es relevante entender la emergencia de nuevos miedos sociales referentes a variables tan concretas como la economía, el desempleo, el cambio climático, las migraciones, la inseguridad ciudadana y la corrupción política.

América latina, siempre vive en un eterno retorno de seducción hacía populismos con predisposiciones autoritarias. Sus resultados de dichos gobiernos en materia económica y social han sido y siguen siendo desastrosos para el bienestar de la población, la gobernabilidad y convivencia democrática.  Antes los regímenes democráticos morían por golpes de Estado o por revoluciones y ahora agonizan en los resultados de las urnas, nos señala agudamente Levitzki (2022).

En la medida que en nuestros países continúe aumentando el desencanto, miedos sociales  y la desconfianza será tierra fértil para el despliegue de programa políticos neo – populistas. Diversos estudios internacionales nos han ido entregando evidencias contundentes de como la falta de confianza interpersonal y en las instituciones políticas se han transformado en una amenaza para la democracia de los países. El conjunto de la sociedad debe constituirse en actor poderoso que permita reconstruir la confianza. 

Las bajas confianzas transversales en una sociedad dificultan una gobernanza que garantice una sociedad con reglas claras para una convivencia democrática, con libertad y pluralidad. En palabras de los recientes premios Nobel de Economía Acemoglu & robinson (2022) el poder de los ciudadanos y su libertad nunca será una concesión de las elites y del Estado. En la medida que la sociedad siga debilitada no se podrá avanzar en libertad y en el logro del bien común, más bien se hace presa fácil de pensamientos totalitarias que reducen la realidad a la homogeneidad de pensar y actuar.

Carlos Haefner
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Consultor en análisis político estratégico y Políticas públicas. Ha desempeñado diversos cargos de alta dirección en universidades, sector público e iniciativa privada. Sus áreas de especialización son dirección y planeación estratégica pública, fortalecimiento de gobiernos subnacionales y evaluación de políticas públicas.
Es investigador del Centro Internacional de Estudios Estratégicos, Ciudad de México.