México y los retos para fortalecer su liderazgo en América Latina

Eje Global

Durante gran parte del siglo XX, México fue considerado una de las voces más influyentes y respetadas de América Latina. Su tradición diplomática, su tamaño económico y demográfico, así como una política exterior basada en principios de autodeterminación y solidaridad, le permitieron posicionarse como un referente natural para la región. Sin embargo, en las últimas décadas, diversos factores internos y externos han minado ese liderazgo, abriendo espacio a nuevas potencias regionales y reduciendo el peso específico de México ante los ojos de sus vecinos latinoamericanos.

La posición de México en América Latina no es fruto de la casualidad. Desde el exilio de León Trotsky hasta la firma de los Tratados de Tlatelolco, pasando por la Doctrina Estrada y el apoyo a movimientos democráticos, la diplomacia mexicana procuró siempre defender la soberanía, el diálogo y la paz. México fue anfitrión de foros, constructor de consensos y refugio de perseguidos políticos. Su economía, altamente industrializada para los estándares regionales, acompañó esa influencia, convirtiéndolo en un socio deseado.

Durante décadas, México impulsó mecanismos de integración como la ALALC, el Grupo de Contadora y, más recientemente, la Alianza del Pacífico. Sin embargo, los cambios en el contexto global, la emergencia de nuevas potencias regionales y los desafíos internos han hecho que el país pierda visibilidad y capacidad de incidencia.

Varios elementos han contribuido al debilitamiento de la influencia mexicana en América Latina:

  • Cambios en la política exterior: en años recientes, la política exterior mexicana se ha visto marcada por la prudencia y, en ocasiones, la pasividad, alejándose de su tradicional activismo regional.
  • Desafíos internos: problemas como la inseguridad, la corrupción estructural, la desigualdad social y la falta de crecimiento han distraído la atención de las autoridades y limitado los recursos para la proyección internacional.
  • Competencia regional: Brasil, Argentina, Chile y, más recientemente, Colombia y Perú, han asumido roles protagónicos en distintos momentos y foros latinoamericanos.
  • Dependencia respecto a Estados Unidos: la necesidad de mantener relaciones estrechas con el vecino del norte ha llevado a México a priorizar asuntos bilaterales, en ocasiones en detrimento de la agenda latinoamericana.
  • Desconexión cultural y social: a pesar de compartir idioma y valores, México ha fortalecido sus lazos culturales y comerciales con Norteamérica, restando atención a la integración latinoamericana.

En este nuevo contexto, América Latina atraviesa un periodo de transformación marcado por el auge de nuevos liderazgos, la diversificación de alianzas económicas y la aparición de retos globales como el cambio climático, la migración masiva, el crimen organizado transnacional y el impacto de la digitalización. Además, la región busca mayor autonomía frente a potencias extrarregionales y un enfoque más pragmático y cooperativo en sus relaciones internacionales.

Ante este escenario, México tiene la oportunidad y la necesidad de redefinir su papel, recuperar la confianza y el respeto de sus socios.

El liderazgo no se hereda ni se impone; se construye día a día con resultados, credibilidad y visión. México puede recuperar su posición de vanguardia mediante estrategias que respondan a los desafíos actuales y anticipen las necesidades futuras de América Latina.

Es fundamental reimpulsar una política exterior proactiva, basada en principios de respeto, no intervención y solidaridad, pero también en una participación decidida en los grandes temas regionales. Es necesario fomentar el diálogo político, la mediación en conflictos y la promoción de valores democráticos.

Para fortalecer la integración y la cooperación, el país debe liderar la reactivación de mecanismos de integración genuinamente latinoamericanos, como la CELAC, la Alianza del Pacífico y la UNASUR, promoviendo agendas comunes en desarrollo, ciencia, tecnología, salud pública y medio ambiente. La cooperación Sur-Sur, el intercambio de experiencias y la solución conjunta de problemas estructurales deben ser prioridad.

México también debe construir una agenda económica regional ambiciosa, convirtiéndose en promotor de cadenas de valor regionales y facilitando el comercio, la inversión y la innovación tecnológica entre países latinoamericanos. Esto implica negociar acuerdos de beneficio mutuo, incentivar la creación de bloques económicos y reducir la dependencia de mercados ajenos.

En el plano cultural, la diplomacia cultural es una herramienta poderosa para tender puentes y derribar muros. México debe potenciar la difusión de su riqueza cultural y fortalecer lazos con artistas, académicos, estudiantes y comunidades de toda América Latina. Programas de movilidad, intercambios académicos, festivales y proyectos científicos conjuntos pueden reforzar la identidad latinoamericana.

Los retos comunes deben abordarse desde una perspectiva colectiva. Problemas como la migración, el crimen organizado, la protección ambiental y la atención a desastres requieren respuestas regionales coordinadas. México puede liderar la creación de protocolos, fondos y mecanismos de cooperación que beneficien a toda la región y refuercen su imagen como socio confiable.

La sociedad civil y la iniciativa privada tienen un papel fundamental. El Estado mexicano no puede ni debe actuar solo: universidades, empresas, ONG y ciudadanos con visión internacional deben participar. El sector privado puede impulsar inversiones responsables que fortalezcan las cadenas de valor regionales, mientras que la sociedad civil puede promover agendas de derechos humanos y sostenibilidad.

Recuperar el liderazgo regional no será tarea sencilla ni inmediata. México deberá superar retos internos profundos como la inseguridad, el rezago educativo y la desigualdad. Sin embargo, la historia y el potencial del país permiten vislumbrar un futuro en el que México vuelva a ser protagonista.

La clave estará en construir consensos, generar confianza y demostrar con hechos la voluntad de trabajar por el bien común latinoamericano. Recuperar el liderazgo es, en última instancia, una forma de contribuir a un continente más justo, próspero y solidario.

México tiene ante sí la oportunidad de proyectar una voz fuerte, inclusiva y visionaria. Esto demandará visión de Estado, compromiso social y la capacidad de reinventarse en un mundo en constante transformación. Solo así podrá México volver a ser guía y referente para los pueblos de la región.

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Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM. Doctor en Administración y Desarrollo Estratégico por el CISD. Doctorado en Administración Pública (INAP) y Maestro en Administración en Sistemas de Calidad (UVM). Director General del Centro de Estudios para el Desarrollo de Proyectos Sociales A.C. (CEDPROS). Posdoctorante en Ciencias del Estado y Gobierno (IAPAS). Miembro de la Academia Nacional de Historia y Geografía. Presidente del Instituto Iberoamericano de Políticas Públicas para América Latina (IIPPAL). Es consultor y conferencista nacional e internacional en temas de Gobierno y Desarrollo Municipal.