Segunda vuelta en Ecuador: una elección cerrada

El próximo 13 de abril, Ecuador se prepara para una segunda vuelta presidencial que tiene todos los ingredientes para ser una de las más reñidas en la historia reciente del país. Daniel Noboa, el actual presidente que busca consolidar su mandato por un período completo de cuatro años, se enfrentará a Luisa González, la candidata del correísmo que representa al Movimiento Revolución Ciudadana. Tras una primera vuelta el pasado 9 de febrero que dejó a ambos contendientes separados por apenas un 0,17 % de los votos válidos —Noboa con 44,18 % y González con 43,92 %—, la contienda promete mantener en vilo a los más de 13 millones de ecuatorianos habilitados para votar.

La primera ronda electoral ya dejó claro que esta elección no será un paseo para nadie. Noboa, quien llegó al poder en 2023 tras una victoria sorpresiva en un contexto de crisis política y violencia desbordada, ha apostado por un discurso que mezcla mano dura contra el crimen con un estilo personalista que resuena entre quienes buscan continuidad en su gestión. Su campaña ha girado en torno a la idea de “mantener el rumbo”, destacando medidas como la declaratoria de conflicto armado interno contra el narcotráfico y su capacidad para manejar el Estado en tiempos turbulentos. Sin embargo, su administración no ha estado exenta de críticas: la crisis energética que azotó al país en 2024, con apagones que golpearon la economía, y las acusaciones de abuso de recursos públicos durante la campaña han erosionado parte de su popularidad inicial.

Por su parte, Luisa González llega con el respaldo de una maquinaria política bien aceitada, liderada desde el exilio por Rafael Correa, una figura que aún polariza al electorado ecuatoriano. Su propuesta apela a la nostalgia de los años de bonanza económica y estabilidad bajo el correísmo, prometiendo un retorno a políticas sociales expansivas y una crítica frontal al modelo de Noboa, al que tacha de improvisado y sensacionalista. González ha intentado captar el voto de sectores rurales y marginales, donde su movimiento históricamente ha sido fuerte, mientras lanza guiños a figuras como Leonidas Iza, líder indígena que obtuvo un 5% en la primera vuelta, en busca de ampliar su base.

Las encuestas previas a esta segunda vuelta reflejan lo que los resultados de febrero ya anticiparon: un empate técnico que hace imposible prever un ganador claro. Algunos sondeos, como los de Ipsos o Negocios & Estrategias, muestran a Noboa ligeramente adelante, con un 45 % frente a un 40 % de González, mientras otros dan a la candidata correísta una ventaja mínima. Sin embargo, la historia electoral reciente de Ecuador sugiere que las encuestas no siempre aciertan —basta recordar cómo subestimaron a Noboa en 2023—. La clave estará en los “votos huérfanos” de los candidatos eliminados en primera vuelta y en la capacidad de cada campaña para movilizar a su electorado en un país donde el voto es obligatorio para quienes tienen entre 18 y 65 años, pero donde la apatía y el desencanto político también pesan.

El contexto no podría ser más desafiante. Ecuador atraviesa una tormenta perfecta de inseguridad —enero de 2025 fue el mes más violento en tres años, con 731 asesinatos— y una economía en recesión, con un PIB que cayó un 1,5% en el último trimestre de 2024. Ambos candidatos han puesto la violencia en el centro de sus discursos, pero sus enfoques difieren: Noboa insiste en militarizar la lucha contra las bandas, mientras González aboga por combinar represión con inversión social para atacar las raíces del problema. En política exterior, las diferencias también son marcadas: Noboa se alinea con Occidente y ha fortalecido lazos con Estados Unidos, mientras González defiende una postura más soberanista, cercana a los gobiernos progresistas de la región.

A medida que la campaña avanza —iniciada el 23 de marzo y extendida hasta el 10 de abril tras una actualización del calendario por el Consejo Nacional Electoral—, el tono se ha endurecido. Noboa ha acusado al correísmo de vínculos con el crimen organizado, mientras González señala al presidente por romper el orden constitucional al negarse a ceder el poder a la vicepresidenta Verónica Abad durante sus giras electorales. En este cruce de ataques, el electorado se debate entre el deseo de cambio y el temor a repetir errores del pasado.

El 13 de abril no solo definirá quién liderará Ecuador hasta 2029, sino que también marcará el rumbo de un país en una encrucijada. Será una elección cerrada, visceral y, sobre todo, un reflejo de las profundas divisiones que atraviesan a esta nación andina. Mientras los ecuatorianos se alistan para volver a las urnas, una cosa es segura: cada voto contará como nunca antes.

Eje Global
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