Teoría de póker: La ley de Segal y Hannah Arendt: Verdad y política en tiempos de incertidumbre.

La Ley de Segal ilustra cómo la percepción de certeza se ve afectada cuando hay múltiples referencias o perspectivas. Tener un solo reloj proporciona una versión clara del tiempo; aunque podría estar mal, no lo sabrías y vivirías tranquilo. Con dos relojes, los desacuerdos siembran dudas, revelando la fragilidad de esa certeza. De manera similar, en una sociedad con una única narrativa oficial, las personas tienden a confiar en ella como la verdad absoluta. Sin embargo, cuando surgen otras versiones de los hechos, la certeza antes sólida comienza a tambalearse, reflejando un cambio en la manera en que obtenemos y evaluamos la información.

Hoy en día, vivimos en una sociedad expuesta a una pluralidad de voces, especialmente con el auge de las redes sociales y la información descentralizada. Esto destaca la complejidad de la verdad y la dificultad de alcanzar una certeza absoluta sobre lo que es real. Por un lado, esta pluralidad permite acceder a diferentes puntos de vista, pero también genera confusión y una sobrecarga de información contradictoria.

La Ley de Segal, que afirma que “un hombre con un reloj sabe qué hora es, pero un hombre con dos relojes nunca está seguro”, capta perfectamente cómo la certeza percibida depende de la uniformidad de la información. Si solo tienes una fuente de información, ya sea un reloj o una narrativa oficial, la simplicidad genera tranquilidad. Aunque la información pueda no ser precisa, se acepta como verdad por la falta de competencia. Pero cuando existen dos o más versiones, surge la incertidumbre. Esta metáfora es poderosa en el contexto de las narrativas sociales o políticas: una narrativa única genera la ilusión de control y verdad incuestionable. Cuando surgen otras versiones o perspectivas contradictorias, la seguridad se ve erosionada y se genera la duda sobre cuál es la verdad.

Históricamente, las sociedades han operado bajo narrativas dominantes que proporcionaban cohesión. Sin embargo, con la diversificación de las fuentes de información, como ocurre en la era digital, las “dos versiones” o más pueden enriquecer el análisis plural, pero también generar confusión ante la multiplicidad de perspectivas. Aunque vivir en una sociedad con múltiples narrativas es desafiante, ya lo estamos haciendo. La pluralidad de voces, versiones y realidades que circulan gracias a la globalización y los medios digitales es una característica central de nuestra era. La cuestión no es si podemos vivir con múltiples narrativas, sino cómo gestionarlas para evitar caer en la desinformación, la polarización o la pérdida de cohesión social.

En este contexto, la Ley de Segal se puede conjugar con el pensamiento de Hannah Arendt en torno a la verdad y la política. Arendt desconfiaba del papel de la verdad en el ámbito político, afirmando que el espacio público debía estar dominado por la opinión, ya que esta refleja la pluralidad de una sociedad. Para Arendt, las acciones políticas son libres y contingentes, por lo que no pueden someterse a una verdad fija. Sin embargo, la Ley de Segal impone un límite: aunque las personas pueden tener puntos de vista diversos, no tienen derecho a falsear hechos. Este punto es especialmente relevante en los estudios de Arendt sobre el totalitarismo, donde observó cómo estos regímenes destruyen datos objetivos y manipulan la realidad para eliminar cualquier base sobre la que se pueda sostener la crítica pública.

En una democracia, la pluralidad de opiniones es vital, pero debe estar anclada en hechos verificables. La verdad objetiva no es un obstáculo para la política libre, sino su cimiento esencial, ya que sin ella, la opinión se transforma en manipulación o propaganda, como ocurre en los regímenes totalitarios. La certeza, en este caso, se refiere a una convicción personal e inquebrantable, una “verdad interna” que no necesariamente está sujeta a comprobación externa. La objetividad, por otro lado, implica una base factual compartida y comprobable por diferentes individuos, independientemente de sus opiniones personales. Aquí es donde la Ley de Segal cobra relevancia: podemos tener certezas subjetivas, pero no podemos inventar hechos que distorsionen la realidad.

Este principio se refleja en los desafíos actuales. Los cambios políticos, como el auge de movimientos populistas y el retroceso democrático en algunos países, junto con las nuevas configuraciones del poder global, ofrecen valiosos insumos para reflexionar sobre las estructuras de poder y el rol de los ciudadanos en la toma de decisiones. En el ámbito económico, las crisis financieras, la inflación global, las tensiones comerciales entre potencias y la creciente desigualdad exigen nuevas formas de interpretar el sistema y buscar soluciones que se adapten a los tiempos. En lo social, la interconectividad creciente, los movimientos por la justicia social y los derechos humanos, y los impactos del cambio climático en las comunidades son fuentes clave para generar conocimiento que trascienda los paradigmas tradicionales.

Este momento de transición es ideal para abrir nuevos caminos en el conocimiento interdisciplinario, donde la interacción entre los ámbitos social, político y económico permite una comprensión más rica y compleja del mundo en que vivimos. No solo accederemos a más información, sino que crearemos saberes que pueden aportar soluciones innovadoras y justas a los desafíos globales.

El miedo ante lo desconocido es una emoción humana natural, pero también puede ser un catalizador para la exploración y la transformación. Cuando elegimos enfrentar ese miedo, en lugar de evitarlo, descubrimos que el conocimiento es una herramienta poderosa para navegar la incertidumbre. Reflexionar sobre nuestro rol en el mundo actual requiere justamente esa valentía de adentrarnos en lo complejo, en lo incómodo, para generar una comprensión más profunda.

Hoy, vivimos en un mundo saturado de información y, a menudo, de desinformación, lo que hace aún más crucial buscar la objetividad y discernir con claridad. Ser ciudadanos comprometidos con la reflexión nos invita a ser críticos, a no conformarnos con explicaciones superficiales y a tomar responsabilidad por cómo contribuimos al mundo. En esa búsqueda, el conocimiento se convierte en un ancla sólida que nos permite no sólo resistir, sino transformar las adversidades.

Natacha Díaz De Gouevia. 

Natacha Díaz De Gouveia.
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Soy politóloga con mención en Relaciones Internacionales, egresada de la Universidad Central de Venezuela, y cuento con una trayectoria académica y profesional enfocada en el análisis político, social y empresarial. Mi formación se complementa con un Máster en Administración y Dirección de Empresas, así como una especialización en Coaching y Programación Neurolingüística, ambos cursados en la Escuela de Negocios Europea de Barcelona, España.
A lo largo de mi carrera, he tenido la oportunidad de desempeñarme como asesora política en campañas electorales, diseñando estrategias fundamentadas en un profundo análisis del entorno y las dinámicas sociopolíticas. Asimismo, he ocupado roles de liderazgo como coordinadora en empresas privadas, donde he desarrollado habilidades en planificación, gestión de proyectos y trabajo en equipo.
Mi compromiso con el trabajo social me ha llevado a liderar iniciativas en colaboración con organizaciones no gubernamentales, orientadas a promover el desarrollo de comunidades vulneradas indígenas, generando un impacto positivo en el tejido social.