Un dragón oculto entre sombras: guerra, petróleo, ambigüedad y la huella de China en el conflicto Irán-Israel

Eje Global

La guerra entre Israel e Irán, que actualmente atraviesa su fase más intensa y desestabilizadora, marca una ruptura profunda en el orden de Oriente Medio posterior a la Guerra Fría. La guerra de baja intensidad, con hostilidades indirectas y enfrentamientos asimétricos emprendida por años contra Israel, involucrando a aliados no estatales o proxies iraníes en Líbano, Gaza, Siria, Irak y Yemen, ha escalado al inevitable conflicto directo y abierto entre Israel e Irán. El territorio iraní ha sido objeto de ataques aéreos precisos dirigidos principalmente a objetivos militares estratégicos, especialmente relacionados con su programa nuclear. Por su parte, Israel ha sufrido ataques masivos de misiles contra su población civil. La arquitectura de disuasión y los mecanismos diplomáticos construidos en las últimas dos décadas se han venido abajo, sumergiendo a la región en una nueva dinámica de incertidumbre.

En medio de esta inestabilidad, una potencia externa ha maniobrado para expandir su influencia: la República Popular China. Mientras Estados Unidos ha intentado replegarse de los conflictos en Oriente Medio —en ocasiones, de manera desastrosa, como evidenció la retirada de Afganistán durante la administración Biden—, China se ha posicionado como arquitecto silencioso del nuevo equilibrio regional. Para Beijing, la guerra no es una crisis a evitar, sino una oportunidad estratégica para fortalecer a sus aliados, erosionar la hegemonía estadounidense y consolidar su presencia como potencia global.

Sin embargo, el ataque directo contra su aliado iraní y el reposicionamiento estratégico de Israel representan una amenaza concreta a los intereses de Beijing y a su táctica de desgaste indirecto contra Occidente.

Alineamiento estratégico: Irán como proxy funcional

Irán no es formalmente un satélite de China, pero ha operado como un proxy estratégico en la visión de Beijing. Comparte una oposición ideológica a Estados Unidos, depende económicamente del comercio y la inversión chinas, y actúa como un disruptor clave del orden regional liderado por Occidente. Desde la firma en 2021 del Acuerdo de Asociación Estratégica Integral, Irán se ha integrado profundamente en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), también conocida como “la Nueva Ruta de la Seda”, que constituye el ambicioso proyecto chino para mejorar la conectividad y cooperación transcontinental, reconfigurando el orden económico y geopolítico global conforme a sus intereses.

Este acuerdo trasciende la infraestructura material, incluyendo cooperación en inteligencia, ciberdefensa y coordinación militar. Desde el 7 de octubre de 2023, tras el ataque terrorista de Hamás a Israel, esta relación se ha intensificado. Mientras Rusia ofreció cooperación militar directa a Irán, China brindó el soporte económico que le permitió a Irán esquivar las sanciones internacionales, financiar a sus proxies, avanzar en su programa nuclear y continuar exportando petróleo sin obstáculos significativos.

Proxies y asistencia técnico-militar

La capacidad de Irán para sostener una guerra en múltiples frentes ha dependido crucialmente de su ahora debilitada red de proxies: Hezbollah en Líbano, Hamás y la Yihad Islámica en Gaza, los hutíes en Yemen y diversas milicias chiíes en Siria e Irak. Aunque estos actores han operado con cierto grado de autonomía, su preparación refleja un claro respaldo tecnológico cada vez más vinculado a China.

Se han detectado componentes fabricados en China en drones, sistemas de interferencia electrónica y tecnología de uso dual en los arsenales de Hezbollah y los hutíes. Además, las redes de telecomunicaciones chinas han facilitado la coordinación de ataques, operaciones cibernéticas y comunicaciones cifradas entre estos grupos.

Este respaldo tecnológico se canaliza con una deliberada opacidad mediante intermediarios en terceros países, empresas fantasma y jurisdicciones con controles laxos de exportación. Aunque Beijing niega un involucramiento estatal directo en el armamento de proxies iraníes, la presencia sistemática de tecnología china en zonas de conflicto no es casualidad, sino resultado de una política de exportaciones permisivas que avanza prioridades estratégicas.

En 2023, fuentes de inteligencia confirmaron que China recibió en su territorio a representantes de grupos terroristas como Hamás, Hezbollah, los hutíes y milicias aliadas a Irán. Aunque no hubo confirmación oficial, se informó que este encuentro concluyó con un marco de cooperación que incluía intercambio de información, coordinación regional y apoyo militar, revelando el creciente papel de China como facilitador de actores antioccidentales en Oriente Medio.

Petróleo, sanciones y desafío al orden internacional

La forma más visible del apoyo chino ha sido el respaldo económico. Pese a las sanciones internacionales impuestas a Irán, China se mantiene como el principal comprador de su petróleo, absorbiendo alrededor de 85 % de sus exportaciones. Este comercio se realiza mediante flotas “fantasma”, barcos con banderas falsas y mecanismos de pago opacos que evaden el sistema financiero dominado por Estados Unidos y Occidente.

Esta actividad provee a Irán una fuente vital de ingresos para financiar su esfuerzo bélico. A cambio, China obtiene petróleo a precios reducidos, asegurando su seguridad energética, fortaleciendo su influencia sobre un aliado aislado pero estratégico, y golpeando indirectamente los intereses occidentales.

Más allá de la dimensión económica, este comercio representa un desafío sistémico al régimen de sanciones occidental. China envía un mensaje claro a otros países sancionados por la comunidad internacional —como Venezuela, Cuba, Rusia o Corea del Norte— de que su alianza con Beijing puede ofrecer una protección efectiva contra el aislamiento económico impuesto.

Vuelos encubiertos y ambigüedad estratégica

Desde los primeros momentos del actual conflicto directo entre Israel e Irán, y durante los meses previos marcados por hostilidades de baja intensidad, se ha registrado un aumento significativo de vuelos de carga chinos con destino a Irán. Operados bajo extrema discreción y, en ocasiones, amparados por inmunidad diplomática, estos vuelos evaden inspecciones aduaneras, lo que genera sospechas sobre la naturaleza de su carga.

Aunque no hay confirmación oficial, la sincronía temporal de estos vuelos con momentos de escalada bélica, sus rutas inusuales y el hecho de que varios apagaron sus transpondedores —violando normas internacionales— sugieren que transportan equipamiento estratégico sensible, como sistemas de guiado de misiles, tecnología de comunicaciones cifradas o incluso componentes vinculados al programa nuclear iraní.

Esta opacidad es coherente con la estrategia china de negación plausible: operar en los márgenes del derecho internacional mientras fortalece silenciosamente a su aliado iraní, evitando así el costo político de una implicación directa.

Los vuelos en las últimas horas desde China hacia Irán representan además un peligro latente de escalar el conflicto y de forzar la intervención de otros actores clave como Estados Unidos.

Legado nuclear e influencia diplomática

China jugó un rol clave en las primeras etapas del programa nuclear iraní. En las décadas de 1990 y 2000, empresas y expertos chinos suministraron tecnología de enriquecimiento, reactores experimentales y materiales de uso dual, muchos de los cuales aún están activos.

Hoy, China ejerce una influencia diplomática crucial. En foros internacionales como la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y el Consejo de Seguridad de la ONU, actúa como escudo político de Teherán, presionando para suavizar resoluciones, dilatar medidas punitivas, cooptar a funcionarios y promover el diálogo incluso frente a violaciones verificadas. Esta protección le ha permitido a Irán mantener una ambigüedad estratégica que es clave para su disuasión frente a Israel y Occidente.

Tensiones para Beijing: entre beneficio y exposición

Sin embargo, la guerra también plantea riesgos para China. Su pretendida neutralidad está siendo cuestionada. A pesar de haber facilitado la reconciliación entre Irán y Arabia Saudita en 2023, su alineamiento con Teherán en el actual conflicto genera desconfianza entre potencias regionales como Israel, Jordania, Egipto y Emiratos Árabes Unidos, lo que ha dañado su imagen como actor equilibrado.

Además, están en juego sus intereses energéticos. Cerca del 50 % del petróleo que consume China proviene de Oriente Medio (85 % de la producción de Irán). Aunque la confrontación se mantiene principalmente en territorio iraní, la creciente tensión en el estrecho de Ormuz —crucial para las exportaciones petroleras— ha obligado a modificar rutas marítimas, incrementando costos logísticos y afectando la confiabilidad de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en su eje marítimo.

Finalmente, el apoyo tácito a Irán podría provocar un retroceso estratégico de Israel y Occidente. Si se documenta el uso de tecnología china en ataques contra Israel, la política pragmática de Jerusalén hacia Beijing podría endurecerse considerablemente. Washington, por su parte, podría intensificar sanciones, restricciones comerciales o patrullajes marítimos que forzarían a China a definir su posición pública más abiertamente, lo que ha intentado evitar.

La guerra abierta entre Israel e Irán ha derrumbado los mecanismos tradicionales de contención regional. China ha aprovechado este vacío para expandir su influencia mediante apoyo indirecto, asistencia técnica y respaldo diplomático a Irán y sus proxies. No busca una intervención directa, sino redibujar el orden regional desde la sombra.

Sin embargo, a medida que el conflicto se intensifica y la incertidumbre crece, los intereses chinos también están en riesgo. La estrategia de bajo perfil que Beijing ha cultivado con tanto cuidado podría verse forzada a transformarse. La guerra, aunque regional, tiene consecuencias globales, y China, aunque no combate en el campo de batalla, juega en el centro de su reconfiguración geopolítica.

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Licenciada en Derecho por la Universidad Iberoamericana, especialista en Gestión de Proyectos por la Universidad de Georgetown y Maestra en Derecho por la Universidad de Harvard, donde fue becaria de mérito e Investigadora Invitada. Es fundadora de la firma de gestión de proyectos internacionales y comunicación estratégica Synergies Creator. En el ámbito mediático, ha sido creadora de contenidos, presentadora y analista de política internacional en medios nacionales e internacionales, participando recientemente en Univisión Chicago durante las elecciones presidenciales de EE.UU. en 2024. Ha recibido reconocimientos nacionales como el Premio al Mérito de la Mujer Mexicana 2025 (ANHG-UNAM), además de distinciones de la Academia Nacional de Perspectiva de Género y de la Legión de Honor Nacional de México. Representó al sector privado en reuniones del G20 (India, 2023) y fue seleccionada por el Grupo Santander como una de 50 mujeres de altos mandos para integrarse al Programa de Liderazgo SW50 con pasantía en la London School of Economics (2024). Es Asesora Senior del Global Policy Institute en Washington, D.C.; miembro de la Legión de Honor Mexicana, Miembro de Número de la Academia Nacional de Historia y Geografía, y Dama Distinguida de la Ilustrísima Orden de San Patricio. Es políglota, conferencista y autora de varias publicaciones.