Un nuevo gobierno para Alemania: retos o la ambigüedad de la democracia

Finalmente, los alemanes decidieron el pasado 23 de febrero, después de unas campañas políticas que parecían no tener fin, donde la duración fue corta pero intensa, y donde los debates políticos se daban uno tras otro en cada cadena televisiva de Alemania. La mayoría de las discusiones no abordaron a fondo los problemas estructurales que vive el país; el enfoque se centró en el tema migratorio y en el ascenso de la derecha con el partido AfD. En este entorno, los medios de comunicación tuvieron una alta proyección como el cuarto poder; sus pronósticos y análisis derivaban en comparar lo que ha sucedido en Francia, Holanda y recientemente en Austria, con el ascenso de la ultraderecha.

Ahora bien, los resultados nos muestran varias cosas interesantes. La participación fue del 83.5%, una de las más altas desde 1990. Si observamos los resultados, encontramos ganadores y perdedores, como en toda elección. Lo que se vivió en Alemania es un cambio en la posición de los partidos y también la desaparición de algunos de ellos, es decir, estamos frente al voto de castigo que, hoy por hoy, puede lograr pequeños cambios en la política partidista dentro de su lógica para asegurar escaños en el gobierno.

Es así que la CDU/CSU logró un 28.6%; la AfD, un 20.8%, obteniendo una ganancia del 10.4%; el SPD, un 16.4%, con una pérdida del 9.3%; los Verdes, un 11.6%, con una pérdida del 3.1%; la Izquierda, un 8.8%, ganando un 3.9 más; el BSW, un 4.97%; el FDP, un 4.3%, perdiendo un 7.1%; y el resto de los partidos pequeños acumularon un 4.6%, con una pérdida del 3.8%.

Uno de los mayores perdedores fue justo el FDP, el partido con quien se terminó la coalición y por el cual se anunciaron las elecciones anticipadas. Los resultados llevaron a la renuncia de su líder político y a que su existencia como partido esté en discusión. Otro perdedor fue el Partido Verde, que estará en el Parlamento con la función de oposición.

Por otro lado, hay una gran crítica a la AfD como ganadora en estas elecciones. Su crecimiento como fuerza política ha sido calificado por los medios alemanes como una profunda ruptura de la democracia. Sin embargo, fue la democracia la que claramente habló en Alemania. El partido ganó en todos los estados federales del este con una ventaja significativa. Llama la atención que “logró resultados récord entre los trabajadores y entre los votantes en una situación económica precaria, obteniendo un 38% de los votos en cada grupo”.

El caso de la Izquierda también es un ejemplo de ello. Calificada como la izquierda radical, Die Linke alcanzó un 8.8% y se benefició del voto de los jóvenes menores de 25 años. Ganó la capital, Berlín, con un 19.9%.

Entre los partidos tradicionales de los conservadores y socialdemócratas, la fórmula no está funcionando. La ambigüedad de sus políticas, la falta de propuestas y la debilidad de sus programas han permitido que tanto la extrema izquierda como la extrema derecha reaparezcan como alternativas para generar una nueva discusión política. Es decir, el reto político de la CDU/CSU está en la fórmula que adopte para la discusión parlamentaria y, de ahí, en obtener el apoyo a sus programas o proyectos de ley.

Dados los resultados de la elección, la pregunta del día siguiente fue sobre la negociación para la coalición de gobierno. Friedrich Merz aseguró varias veces que no hará ninguna coalición con la AfD, por lo que apuesta por una coalición con el SPD, un SPD debilitado que, justo, no pudo llevar con éxito el gobierno anterior. Los retos políticos giran en torno a cómo negociar los proyectos del partido para enfrentar una de las mayores crisis que vive el país, administrar políticamente los fracasos y las consecuencias de tres años sin resultados, enfrentar una dinámica mundial que, frente a la guerra, ha dejado mal parada a Alemania, y cómo volver a posicionar al país a nivel internacional con un bajo perfil político.

Dra. Cintia Gil-Fichtel
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Es consultora y analista independiente en Alemania. Trabaja en áreas de investigación y consultoría sobre los siguientes temas: política y relaciones entre la Unión Europea y América Latina, cooperación internacional de Alemania, migración e integración en Alemania. Fue profesora en la Technische Hochschule Aschaffenburg. Integrante del programa de formación como mediadora lingüística y cultural en Aschaffenburg, Alemania. Es miembro de la Latin American Studies Association (LASA), con enfoque en las relaciones Unión Europea–América Latina y el papel de las diásporas en la diplomacia internacional. Ha sido invitada por la Universidad de Berlín a participar en diversas investigaciones sobre América Latina. Colabora con la revista CIDOB d’Afers Internacionals como revisora de artículos académicos. Sus publicaciones se centran en la sociedad civil y su vínculo con la Unión Europea. Ha sido entrevistada por la agencia alemana GIZ sobre política exterior alemana. En México, fue asesora en la Cámara de Diputados. Desde 2009, forma parte del grupo de asesores europeístas de la Delegación de la Unión Europea en México.