
Recientemente, Morgan Stanley encendió el debate global con una predicción que pocos se atrevían a formular: el S&P 500, el índice más seguido del mundo, podría escalar hasta los 7,800 puntos en 2026. Traducido para el lector no especializado, eso implica un repunte cercano al 16% en un solo año, un salto que colocaría a la bolsa estadounidense nuevamente por encima de cualquier competidor internacional.
Lo que ha sorprendido no es solo la cifra, sino el diagnóstico que la respalda. Según los estrategas del banco, el próximo año marcará un “reinicio del riesgo”: después de temporadas dominadas por temores inflacionarios, tensiones geopolíticas y guerras comerciales, el protagonismo volverá a las empresas y a su capacidad real de generar valor.
Y en ese terreno, Estados Unidos vuelve a ocupar una posición privilegiada.
El motor de esta visión optimista es la inteligencia artificial, pero no como tendencia pasajera. Morgan Stanley sostiene que la IA —ya integrada en procesos productivos, análisis de datos y automatización— está empezando a traducirse en beneficios concretos. Las compañías están invirtiendo como nunca en infraestructura tecnológica, y esa inversión, lejos de ser un costo, se está transformando en ganancias de eficiencia. Si sus cálculos son correctos, hasta un 28% de las utilidades del S&P 500 en 2026 podrían provenir directamente del uso de IA.
A esto se suma un cambio político relevante. La segunda administración de Donald Trump llegó más pragmática que su anterior mandato: menos ruido arancelario y más foco en crecimiento, inversión y desregulación. La incertidumbre comercial que golpeó a los mercados a inicios de 2025 se ha disipado, dejando espacio para políticas que favorecen al sector privado. Morgan Stanley anticipa incluso que la Reserva Federal mantendrá condiciones monetarias flexibles para no entorpecer la expansión económica, aun con inflación ligeramente por encima de su meta.
El resultado es un escenario que, según el banco, permitirá que el repunte bursátil deje de estar concentrado solo en gigantes tecnológicos y se expanda a empresas medianas, industriales y sectores cíclicos. Sería, por primera vez desde la pandemia, un rally más amplio, diverso y sostenido.
Mientras Estados Unidos avanza con fuerza, otras regiones parecen quedarse atrás. Europa crecerá, pero sin un motor propio; simplemente seguirá el impulso estadounidense. Los mercados emergentes, por su parte, enfrentarán un dólar todavía fuerte y una competencia global cada vez más dura.
Por supuesto, Morgan Stanley reconoce que persisten riesgos: una escalada geopolítica, un rebrote inflacionario o decisiones imprevisibles de política comercial podrían derrumbar cualquier previsión. Pero el banco sostiene que, por primera vez en años, la balanza se inclina de manera clara hacia el optimismo.
La lectura final es contundente: si el pronóstico se cumple, 2026 será el año en el que Estados Unidos consolide su ventaja estructural sobre el resto del mundo, impulsado por tecnología, productividad y un gobierno alineado con la expansión económica. Para los inversionistas globales, el mensaje es simple y directo: quien busque participar del próximo gran ciclo alcista deberá mirar, una vez más, hacia Wall Street.



