
El gobierno de Gustavo Petro en Colombia ha estado marcado por una serie de escándalos y controversias que han generado debate y crítica en el país y a nivel internacional.
Aunque el presidente ha defendido su gestión y ha asegurado que está trabajando para mejorar la situación, escándalo tras escándalo son el pan de cada día del gobierno actual, lo cual nunca antes se había visto en un gobierno en Colombia.
La explosiva carta del excanciller Álvaro Leyva, quien, con una larga trayectoria como abogado, economista, político, defensor de derechos humanos y diplomático, decide confirmar lo que era un secreto a voces: los rumores sobre la adicción a las drogas y la constante depresión que mantiene el presidente Petro.
En su cuenta de X, el excanciller Leyva mencionó que el primer presidente socialista de Colombia es adicto a las drogas: “Fue en París donde pude confirmar que usted tenía el problema de la drogadicción”, le refiere al presidente en su cruda misiva, que había radicado en la Presidencia y, al no tener respuesta, decidió hacerla pública.
De igual manera, aseveró que sus falsas excusas permanentes para desaparecer siempre son encubiertas por sus alfiles más cercanos. La más reconocida en este gobierno es Laura Sarabia, a quien señaló de que “le satisfacía algunas necesidades personales”.
Lo que nos da a entender el porqué del apoyo irrestricto que ha recibido la señora Sarabia cuando se perdieron dos maletas con dinero que se encontraban en su casa, de lo cual se desconoce el origen y la cantidad real, lo que llevó a que supuestamente el coronel Dávila, de la Policía, se suicidara por sentirse culpable de los hechos que misteriosamente rodearon dicho suceso.
Solo en el primer año de gobierno, el presidente incumplió en 82 ocasiones la agenda prevista. Han sido tantas las mentiras que su equipo ha tenido que decir para justificar las ausencias del presidente Petro, que ya no se envía a los medios de comunicación la agenda presidencial para su cobertura, y mucho menos se contabilizan sus constantes desapariciones.
El presidente de Colombia está generando un espectáculo permanente para sus seguidores, buscando titulares de farándula para mantener la agenda mediática, generando una cortina de humo que disfrace el mal gobierno que hasta hoy ha liderado y el sinnúmero de escándalos que atraviesa.
Los escándalos de corrupción son interminables: una vicepresidenta que fue relegada de sus funciones y hoy nadie sabe qué está haciendo; una esposa que abandona la casa presidencial luego de la afrenta mundial de pasear de la mano de un travesti en Panamá; colapsar el sistema de salud al no realizar las transferencias económicas.
Un ministro del Interior que está demandado por la canciller, quien a su vez fue su asistente, y que además ha confesado que es drogadicto sometido a un tratamiento actual. Su última reacción, al no ser aprobado un proyecto de ley, fue lanzarse a golpear al secretario de la Presidencia del Congreso de la República.
El embajador de Colombia en el Reino Unido, envuelto en el escándalo de tráfico de influencias para favorecer al más grande contrabandista del país y darle acceso a todos los puertos de Colombia, supuestamente.
El descaro de corrupción en la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo ha puesto a la luz pública el entramado de contratos y coimas que reconoció el propio director de la entidad, quien habría desviado fondos por casi 43 millones de dólares y otros 45 millones destinados a sobornos.
Hechos vergonzosos como lanzar consultas innecesarias para hacer campaña a destiempo, generar disturbios, organizar paros nacionales, comprar el Congreso, tomarse las cortes, no cumplir las órdenes judiciales, no ejecutar el presupuesto nacional, o develar públicamente la ubicación de los cabecillas guerrilleros en las operaciones para su captura, entre muchos otros que estamos padeciendo, son el sinsabor del día a día en Colombia.
Un grueso teflón lo cubre, ya que sus bodegas, influenciadores pagados en las nóminas del Estado y fieles seguidores generan de manera constante percepciones favorables a todas las irreverencias políticas y personales que comete. Esta serie de maniobras refleja su búsqueda incansable de lograr cambios constitucionales que le permitan continuar su mandato.
Lo que estamos viendo es una realidad que no hemos querido asumir: el uso de drogas en la política. Es un tema complejo y delicado de tratar, ya que la credibilidad y legitimidad de los gobernantes dependen de su capacidad para liderar de manera responsable y ética.
Un gobernante no puede infringir de esta manera la ley, ya que la posesión y consumo de sustancias psicoactivas —que, a su vez, actúan sobre el sistema nervioso generando alteraciones en las funciones que regulan pensamientos, emociones y comportamiento— impide que sean aptos para gobernar.
Adicionalmente, le resta total objetividad en la toma de decisiones en temas puntuales como la política antidrogas, ya que podría estar beneficiando sus propios intereses o los de sus allegados.
Esto da pie a todo el caos que se ha generado en Colombia a raíz de las decisiones que se han venido implementando por un gobierno poco coherente y profundamente disfuncional.
Nunca en la historia de los gobiernos en Colombia un presidente había invitado a la gente a una huelga para protestar por su propio mal manejo, por su propia incompetencia, con una narrativa que hace que la gente se confunda sobre quién es el verdadero responsable.
¿Y qué podemos pensar de sus salidas en público? Son realmente vergonzosas. Las nacionales ni para qué mencionarlas; remitámonos a las internacionales, que han sido una total fábula.
Al dirigirse en la Asamblea de las Naciones Unidas, el único mensaje que quedó claro fue el de “expandir el virus de la vida por las estrellas del universo”. Válgame Dios.
Y en el evento en China, donde representaba la presidencia pro tempore de la CELAC, lo más relevante de su mensaje fue la propuesta a su homólogo chino, Xi Jinping, donde no solo confirmó que regresaría a la Ruta de la Seda, sino que presentó la posibilidad de generar una conexión interoceánica entre América Latina y China.
Estamos a tan solo nueve meses para comenzar la contienda electoral. Como decía Décimo Juvenal en el declive de la República Romana: “Dos cosas anhela el pueblo: pan y circo”. Aquí, el circo está montado y el pan seguro se verá con los recursos que el gobierno tiene atascados para uso exclusivo de la contienda electoral.
Licenciada en Relaciones Internacionales y Estudios Políticos, Administradora de empresas con énfasis en alta gerencia y planeación estratégica. Cuenta con Altos estudios en gerencia política y gobernabilidad de “George Washington University”, Maestría en Dirección de Gestión Pública. Certificada en métodos de negociación y Curso Integral de Defensa Nacional CIDENAL de la Escuela Superior de Guerra en Colombia.
Como experta en gerencia política ha participado en la estructuración de 147 campañas electorales y de gobierno, en 7 países de Latinoamérica y España. Analista, conferencista y catedrática. Premiada en la Escuela de Artes y ciencias políticas de Washington “Global Democracy 2021”por su más reciente proyecto “La construcción de democracias en América Latina”; Y por las diferentes asociaciones de consultores políticos como : Mejor consultora política de Latinoamérica ALACOP 2018, 2021, 2023; Mujer Influyente en la política; Mejor Academia política; Manejo de crisis “Presidencia de Perú” 2022, entre otros